SÍMBOLOS DEL SURREALISMO
¡Detente caminante!
Esa frase que no detuvo a Alejandro El Magno, tampoco detendrá a millones de personas que buscarán en las aguas del Lago de los Sueños cisnes impolutos.
Estas abandonadas caracolas que ves
esparcidas por la arena no son el mítico nudo gordiano trampa para personas carentes de confianza en sí mismas, sino algo muy distinto.
Son el símbolo de la voz
que hay detrás de los grandes ojos y labios curvos rizos labrados en relieve sobre la cubierta nacarada de nuestra vida,
un símbolo oscuro
que como un pez volador cruza la calma matutina del mar, y aquí está: un vacío siempre con nosotros.
Y tú, como un poeta
también te detendrás un instante ante las batidas rocas y te preguntarás si en verdad existen
los movimientos de la cara,
silueta de ternura, de aquellos que tan extrañamente han menguado en tu vida de aquellos que quedaron,
sombras de caracolas derelictas
y pensamientos en la infinitud del piélago –esa parte del mar alejada de la playa- o quizá no, quizá no quede nada sino el peso de la nostalgia.
La poesía, ¿un vacío?
¿vacía como una caracola abandonada en la playa entre montas de granos de arena?
Subiendo madrugador el sol
introduce sus hilos dorados en el fondo de una cueva donde un asustado murciélago busca la protección de las sombras como único escudo:
¿Será ese el símbolo de la poesía
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