23 jun 2013

Me miraré en el espejo, reconocerme se me presentará duro, ...

SOLEDAD BAJO EL SOL DE MEDIANOCHE

 

Me despertaré a medianoche,

sudando, con la boca seca, pastosa, angustiada por algún sueño horrible, me sentaré en el borde de la cama, miraré el reloj; las suaves campanadas de un reloj digital marcarán la señal del meridiano terrestre.

 

Beberé un trago de agua salinizada levemente

que me hará recordar los antiguos polvos del Dr. Lithinés, iré al lavabo con grandes ganas de orinar y pocas de defecar por lo que tendré que apretar mi frio vientre con mis propias manos, doblando el cuerpo hacia adelante, dejando sueltos los músculos de la cara y con los labios colgando notaré el fluir de mi saliva que no impediré por una extraña y agradable sensación.

 

Algo más calmada, me miraré en el espejo,

me costará verme (lo sé) como soy, reconocerme se me presentará duro, pero, a pesar de todo, analizaré esa mueca de disgusto, escudriñaré con mis propios ojos el fondo de mis dilatadas pupilas.

 

Pulverizaré sobre mi cara agua fresca como forma de lavarme, me untaré el cuello cabelludo con un aceite elaborado a base de Rosa mosqueta y Citrus sinensis, aspiraré, por medio de otro espray, aceite esencial de Citrus aurantium para combatir mi ansiedad, haré las muecas aconsejadas por el Manual de la Soledad para recuperar la tonicidad de mis músculos faciales.

 

De vuelta otra vez a la cama

con mis cuatro gránulos que me harán soportable la angustia, intentaré concentrarme en la lectura de las Estructuras del cerebro, me esforzaré por no enviarlo todo a freír espárragos y al leer no leeré, pensaré en momentos pasados, gozosos en el recuerdo y al tiempo que una mano cede por el peso del libro la otra jugará a los dados. Me relajaré lentamente y caeré en los brazos de Morfeo como tantas noches.

 

Por la mañana, inmóvil en la cama,

despierta prematuramente pensaré en mi hijo que, por primera vez en cinco años, he dejado internado para que pase sus primeras vacaciones. Sentiré más su ausencia que él la mía, a pesar de no haber conocido a su padre. No sé cómo se acostumbrará a esa deficiencia en el futuro cuando conozca a otros niños con padre.

 

Me levantaré aún sin haber sonado el despertador,

me despejaré vaporizando agua sobre mi rostro otra vez, leeré durante un buen rato bajo una potente lámpara y me esforzaré por retener en mi memoria todo aquello que lea aunque sea acríticamente (la necesidad de acabar mis estudios de medicina a veces me traiciona y me cuesta retener informaciones y conocimientos).

 

En el hospital

me esperará una larga jornada de trabajo con el microscopio. No me sentiré cómoda, lo sé. Trabajar con el microscopio es como mirar por la mirilla de una puerta y en mi imaginación se formarán involuntariamente escenas de amores vividos en otras tierras y mi mente se llenará de pensamientos íntimos que harán que sienta en mi hipogastrio una sensación de descenso de algo que demandará salir por mi vagina. Me pondré una mano entre las piernas y sentiré el alivio descrito en el Manual.

 

Sentiré la necesidad de hombre a mi lado,

miraré a mi alrededor y analizaré a todos los hombres del departamento como posibles parejas, me comportaré extrañamente atraída por ellos, todo lo que haré será puramente para complacerles. No podré resistir esa atracción animal hacia lo masculino y tendré que esperar pacientemente a que llegue la noche para la siguiente partida de dados.

 

Si la sensación es demasiado fuerte

pediré al jefe del equipo que me envíe a otra sección o que me dispense del trabajo. Si lo consigo iré a la biblioteca a escribir en mi diario, a oír música de Bach y a leer poemas afrodisíacos de poesía contemporánea.

 

Seguiré estudiando,

trabajando como hasta ahora porque no tengo otra opción. Levantaré la cabeza de vez en cuando en cualquier lugar que me halle y seguiré soñando…

                                                                               Johann R. Bach

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