24 jun 2013

El aroma que vas dejando a tu paso

    VIAJE HACIA MIKONOS

 

Sabes bien

que no has decepcionado del todo a aquella joven que fuiste:

 

muchos de sus sueños,

inquietudes, aspiraciones se convirtieron en excrementos para estercolar, pero del impulso inicial aún te quedan fuerzas.

 

De no ser así, no hubieras sobrevivido:

 

el aroma que vas dejando a tu paso

es aún fresco como el de una rosa y sigues transformando el mundo con ciertos hechos cotidianos como saludar con la sonrisa y amar con la mirada.

 

Tus sueños son como las jarcias

y las crines de los grifos1 dorados que se oyen lejanos en la oscuridad, al estar sola, entre remos y fanales… mientras flotas en el viento del puerto dispuesta a embarcar y partir para Mikonos.

 

Muchas veces esa triste nave de tus sueños

partió sin ti, con su espectacular monotonía; con sus bronces y sus juegos de agua llenos de música:

 

el brillante clamor

de un ritual de gracias escondidas y una sabiduría tan vieja como el mundo.

 

También alguna vez, hiciste el viaje

intentando convencerte a ti misma de que eras dichosa y te repetías a cada golpe de remo:

 

aquí termina el reino de mi cuerpo.

 

Y no lo hacías sin guardar rencor

 sino con un deseo inhábil que no colman las acrobacias de la voluntad,

y cierta ingratitud no muy profunda.

 

Tenías demasiados críticos

acercándose a tu piel como si fueran trampolines. Demasiados cayendo de nuevo a la piscina de sí mismos.

                                                                              Johann R. Bach

                                                                      

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