EL AZUCAR Y LA MIEL
Arte de día y poemas de noche,
imprescindibles. La balanza para las heridas que se llama Perdón es una balanza roja y sensible al peso de un vuelo de pájaro.
Cuando las amazonas
de cuello de nieve con bellas manos vacías empujan sus carros de vapor sobre los prados veo esa balanza perpetuamente enloquecida, veo el ibis cortés parecido a la cigüeña, de pico largo, encorvado y plumaje blanco que vuelve del estanque atado a mi corazón.
Las ruedas del sueño hechizan
a las espléndidas huellas dejadas por sus potentes piernas que se elevan muy alto sobre las caracolas de sus vestiduras.
Mientras el asombro brinca
de acá para allá sobre el mar, sal, mi querido amanecer, no olvides nada de mi vida.
Toma esas rosas que brotan
de los pozos de los espejos y del palpitar de todas las pestañas; toma hasta los hilos que sostienen los pasos de los versos y de las gotas de agua de mi rosa.
Arte de día y poemas de noche,
imprescindibles.
Estoy en la ventana, muy distante
de una ciudad llena de espanto que no deja lugar a la dulzura. Afuera veo hombres con gorras de beisbol que se siguen a intervalos regulares parecidos a la lluvia que yo amaba cuando hacía buen tiempo.
Después de tanta lluvia de auroras
me vuelvo dulce, necesitada de arte, implorando poemas de noche.
Johann R. Bach
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