13 ene 2015

En la mesa ya estaban cenando cuatro personas: una pareja joven y dos señoras menos jóvenes...

 Capítulo 92     ULTIMOS DIAS EN FRIEDENAU (III)

 

·        Nódulos  en el pecho  izquierdo

ASTERIAS 7 CH – PHYTOLACCA 200 CH - CAUSTICUM 200 CH

 

Hoy sábado he salido a la calle con la esperanza de toparme con un día primaveral como el de ayer. No he tenido suerte. El día se estaba oscureciendo como un mal presagio y la destemplanza iba tomando cuerpo. He pasado por Dickhardtstraße.

 

He depositado las llaves en el buzón porque no había nadie en casa. Alguien las recogerá más tarde. He seguido caminando lentamente calle abajo, sin rumbo fijo. Al toparme con el mercado de la Breslauer Platz me he dirigido hacia el Santos por miedo a encontrar a alguien conocido comparando manzanas entre los fruteros turcos.

 

He almorzado allí. No suelo comer mucho, pero esta vez he de reconocer que los huevos fritos con bacon y la exótica ensalada típica del local estaban riquísimos. Cristina estaba algo triste. Le he dado 8 gránulos de Puella –mi fórmula para combatir la astenia y el envejecimiento-.

 

Me he despedido de ella prometiéndole que no iba a perderme la nocturna música brasileña y he hecho la reserva para la noche. La reserva en el Santos es, como mucho, reservar una silla porque el local es tan pequeño como acogedor y el compartir la mesa con otras personas es lo natural.

 

Efectivamente, a las nueve, justo con el comienzo de los primeros y alegres compases el nuevo fichaje de Cristina para la cocina, Daniel, me ha acomodado en la mesa redonda que está situada bajo el ventanal por donde entra y sale la alegría.

 

En la mesa ya estaban cenando cuatro personas: una pareja joven y dos señoras menos jóvenes... Daniel, amablemente, además de situarme en esa mesa me ha presentado a los comensales. Ella, la chica joven es brasileña, bióloga; él, su amoroso acompañante, es de Cosworth, juez.

 

La conversación con ellos ha sido de lo más interesante, versando principalmente sobre sociología alemana y brasileña; con las dos señoras las frases cortas y superficiales, no serias porque el vino tinto ya había invadido sus secos corazones.

 

Daniel nos ha obsequiado con unos pastelitos rellenos con carne. Deliciosos. Me ha parecido estar en un mundo en el que es posible que todos pongamos un poco de nuestra parte para hacerlo más agradable.

 

Cristina, como siempre, ha bailado; ella sola; también con Daniel, el simpático cocinero y con la amorosa compañera del juez. El cantante con su guitarra estaba asistido por un músico negro increíble; sus percusiones parecían surgir de la selva amazónica, pero la última canción ha sido la española "Bésame mucho… como si fuera la última vez". He girado la cara para que no vieran como se me enrojecían los ojos.

 

Hemos pagado la cuenta. Nos hemos despedido con el habitual deseo de volver a vernos y, ya a punto de salir del local, he reparado en otra pareja que me miraban a la espera de que les reconociera. En efecto, los he saludado, pero al ver que tenían ganas de seguir una conversación me he sentado con ellos.

 

En esta ocasión hemos profundizado un poco más en nuestras vidas. Los dos son profesores logopedas. Ella además corre en la Maratón, pero mañana no. La han operado de un quiste en el pecho izquierdo.

 

Es la segunda vez. Está asustada. Le he mirado a los ojos. Los tiene hundidos al igual que las sienes. Se trata de una personalidad Causticum, es decir, en la cual los tumores aparecen de forma larvada, calladamente, sin dolor.

 

El resto de información me la ha ido dando con su conversación empática, sensible y amable. Le he dicho que tratándose del pecho izquierdo no tiene que preocuparse porque en ese lado los quistes son, en la mayoría de los casos, benignos.

 

He salido del local y he ido caminando lentamente por la Fregestraße arriba. Mis dos contertulios últimos me han alcanzado rápidamente y dándome las buenas noches han entrado en el 23. Somos vecinos. Al llegar a casa he abierto el ordenador.

 

No habían consultas. Lo he cerrado. Ya agotada, me he metido en la cama y con las caricias del olor de mi amor aún presente en mis sábanas me he dormido.


                                                                Johann R. Bach 

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