13 ene 2015

CARNÍVOROS Y VEGETARIANOS

Capítulo 91. 

 

ULTIMOS DIAS EN FRIEDENAU (II). CENA DE PRIMAVERA

 

  • El cosmopolita carnívoro

               NUX VOMICA – SULFUR

  • La cariñosa bohemia vegetariana

               PULSATILLA - SULFUR

 

Aún con la tristeza del invierno marceando sobre Friedenau he recibido un correo electrónico (me resisto a llamarlo mail) de Mimet, una lectora de mis capítulos afincada en París. En él me cuenta que está en Berlín y me quiere conocer. Me invita a ver una película en el Kino Babylon, junto al 30 de la Rosa Luxemburg Straße. Acepto.

 

Sin nada que hacer hasta las 18.30 h que comienza la película, salgo a pasear por las calles de Friedenau. Observo cómo los espíritus rebrotan en los árboles de la Fregestraße; su brío es descomunal después de haber resistido temperaturas de hasta – 20° C.

 

Las terrazas ríen. Los aromas culinarios invaden las aceras, los niños ocupan verdes metros cuadrados en el barrio como espacios mediterráneos; la plaza del S – Bahn Feuerbach soleada como ninguna se alza por encima de las copas danzantes de la vegetación urbana y parece perder parte de su dureza al reblandecerse sus templados feldespatos bajo los infrarrojos primaverales.

 

Cristina la portuguesa, riega con una manguera el Santos preparando la música de la esperada noche del sábado.

 

Tomo la Reihnstraße arriba, entro el Imbis contiguo a la Gran Relojería, pido lo habitual: un currywurst picante con patatas fritas y un vaso de Cabernet – Sauvignon.

 

Cruzo pocas palabras con los presentes a pesar que lo estrecho del local invita a lo contrario. Compro 2 botellas de Côtes du Rhonne para regalar a la única persona a quien puedo hacer un obsequio que sin duda apreciará.

 

Camino entre locos subidos a veloces bicicletas y que creen que la vida es mover las piernas. Son los infatigables Rhus tox, que sólo se sienten bien mientras se mueven.

 

Busco entre los "de a pie" alguna figura que me suba la libido porque éstos, en sus parsimoniosos andares se dejan estudiar. De reojo busco el encaje de sus pelvis, luego alzo mis ojos hacia los suyos para penetrar su alma. Difícil recorrido.

 

Hacia las 17.30 h subo al tren en la estación Feuerbach del S – Bahn. Llego tarde. El cine está abarrotado de gente hasta la bandera. Fuera hay unas mesas en las que me dispongo a esperar la salida de mi amable lectora que ha dejado pagada una entrada en la inútil taquilla. A los pocos minutos llega una pareja que tampoco entran en el cine y se sientan a mi lado en las sillas atadas con un cable a las mesas.

 

Ella se levanta con el móvil en el oído; entre aspavientos y agitado caminar conversa en inglés, luego en español, otra vez: ora en inglés, ora en español. Viste de forma masculina un traje marrón.

 

Sus palabras salen de sus labios seguras, con fuerza, con autoridad, también con dulzura. Le pregunto a su acompañante si está enfadada por no poder entrar en el cine. Resulta que es la directora de la película que espera nerviosa el final de la sesión para entablar un diálogo directo con los asistentes.

 

Entro por fin en la sala; no reconozco a mi potencial admiradora; tomo asiento; sigo el diálogo descorchado, cómo no, por mi amigo Martí. Está presente en todos los actos culturales de su querida Cataluña. A la salida Mimet y yo nos buscamos el uno al otro guiándonos, a modo de GPS, con los móviles a través de una jungla humana.

 

Nos topamos. Nos besamos. Mimet me presenta a sus amigos. Quiere que los conozca más a fondo. Me invita a cenar con ellos. Quiere que sus amigos me conozcan. Está orgullosa de mí sin conocerme. O ¿sí me conoce a través de mis escritos?

 

Entramos en un restaurante vietnamita. Barato y bueno. Nos sentamos Mimet y yo frente a frente, a mi lado Pepe, frente a él Nuria, la amiga de Mimet residente en Berlín desde hace 4 años y a su lado Carlos. La conversación es animada.

 

Mimet está eufórica. No se lo puede creer. Está cenando en un bohemio restaurante de Mitte con cuatro "intelectuales" que admira y que está orgullosa de haberlos reunido con su diplomático cariño.

 

Mimet de unos cuarenta años es del tipo Pulsatilla, amorosa, irradiando simpatía por todos sus poros. Cuando ríe muestra sus bien colocadas perlas blancas y la granatosa lengua que indican la combinación de la pureza de sus sentimientos con su habilidad diplomática. Casualmente trabaja en una embajada importante en París.

 

Como buena Pulsatilla vive para el amor, aunque teme, y con razón, a los hombres. Su vida no es fácil: su trabajo en una delegación diplomática le obliga a respirar la atmósfera enrarecida por precauciones difícilmente compatibles con su personalidad extrovertida, con su amor apasionado, libre, casi impúdico.

 

Carlos también es un personaje fácil de describir. Su atuendo, un traje oscuro aunque desenfadado, exento de corbata y zapatos de gamuza, su pelo negro, largo, y, hasta cierto punto, bien cuidado, rizado pero no demasiado indica una personalidad caviladora y optimista.

 

También su risa es continua. Pide un plato con carne roja y lo carga de especias. Bebe cerveza abundantemente. Le gusta la conversación y la polémica. En el diálogo después de la película ha intervenido dándose a conocer con su nombre y apellidos. Su narcisismo es evidente.

 

A la salida del restaurante el aire primaveral invita a pasear. Me despido de mis ya amigos con los abrazos y besos de rigor y camino lentamente respirando hondo como no lo hacía desde hace meses porque el clima me lo ha impedido. Esta noche es mágica... como tantas otras si las podemos saborear.


                                                              Johann R. Bach

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