Pensamiento 3. Reabsorción del tejido inflamado
Al separar tus brazos
de los contornos que, del horizonte, bajan a los diamantes de tus días, me parecieron enormes. Sentirme abrazada por ti, Carmina, mi hermana, con tus pechos ya bien cicatrizados, fue uno de mis mayores gozos.
En la exploración quedó patente
que el color escarlata de tus muslos había desaparecido y el oro rosa oscilaba en los espacios disidentes. De tu boca había huido el gusto metálico y tu respiración era, en la emoción el auténtico gemido milenario.
A partir de ahí volviste a preguntar:
¿Qué planetas romper a martillazos? ¿Qué sacrificios negros despertar? ¿Qué martirios no podrían conmoverte? En cuanto a mí sentí que tu escultural belleza me penetraba con las aguas cristalinas de lágrimas alegres y el desvarío era sólo mi alimento.
Sabes que cercenaste mis montañas,
que mis días se elevan ya sin difíciles cimas y que todo es calidez en mi voz, que aun puedo perderme como un vuelo y desatar los nudos de mis cánticos para sembrar la orilla de amor.
Sí, de un amor sin materia
ni aristas y sin definición ni conmociones. De un amor de calor negro como el cielo de la noche. Lleno de estrellas vivas, me abriré a los helados campos del firmamento.
Ahora ya me siento segura
para ofrecer mi rostro a los tatuajes de las constelaciones intocables para que me dibujen de otro modo. Siento que mi cuerpo de humareda ha crecido inclinándose hacia la altura de la luz multicolor de páginas en éxtasis.
Arsenicum alb., Oxígeno, Kalium carb.
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