EL CALOR DE LA CALÉNDULA
Empujo la nostalgia con mis pestañas
justo en el momento en que una nube oculta el sol alimento sutil irrenunciable.
Empujo mi soledad
en los campos llenos de otras caléndulas en la convicción de que sus sentimientos viajan en el viento y se parecen a mí balanceándose.
No tengo la fortaleza de mi prima Árnica
que aguanta en pie el frío de la nieve sobre sus hombros, pero allí donde hallo un rincón en el jardín de una casa tras un banco de piedra ofrezco mi débil amor sin necesidad de entender nada más.
No soy orgullosa
como mis vecinas las margaritas y me sumo a la corriente de la casa en ramilletes que adornan el centro de comedor o con el
aceite extraído de mis entrañas
guardado en un frasco a punto para cicatrizar heridas o quemaduras y durante el día dejo ir mis vapores para dulcificar los rostros angulosos.
De mis tonalidades calabazas
surge el color de mis sueños y me fundo con las risas de los que habitan la casa y
siento que todo gira
como mis amigos los girasoles, que todo es disponibilidad en el compás de la danza del mundo y nada es casual -ni nada sobra- en este brote de vida.
Johann R. Bach
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