La noche. Siempre la noche.
Explico por enésima vez
como a cualquier recién llegado a este singular Hospital la real vida nocturna.
La actividad del día artificial
no me corresponde describirla y/o alabarla a mí
La noche en el Hospital
es el corazón del mundo, un mundo diferente del que conoces: habitado por solitarios seres, derrama soledad por los poros.
El desnudo, silente latido,
revive en tu gesto y te agradece tu presencia, aplaude tu vitalidad y espera tu alegría como un premio al esfuerzo.
Tus manos enloquecidas
dibujarán líneas dignas de la mejor caligrafía. Aquí en el Hospital en lugar de destruir miradas las besaremos como una bendición.
Merma la Luna rápidamente,
se despide hasta el próximo trimestre y giran, lentos, los satélites alrededor de Júpiter y los anillos de Saturno se inclinan bellísimos.
Se expande el universo,
enfriando y suavizando el calor de las estrellas, entre los astros lejanos el fluido elástico del espacio se regocija como un aliento primigenio.
La noche en el Hospital
es un refugio y el sueño nos protege de la locura como si Alguien lo hubiera programado así.
El hambre y la sed son,
durante la noche, estados de ánimo a los que hay que enfrentarse cada veinticuatro horas.
En los ojos, flota
una fragilidad sin fin; las lágrimas queman, se seca el grito, ya no cabe más dolor.
Sólo el beso nos permite
continuar el viaje eterno alrededor de nuestra Estrella.
Johann R. Bach
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