MIRAR AL CIELO CADA DÍA (epílogo)
Tía Cinta mira ahora
al cielo cada día y piensa agradecida que
ante un solo quiebro de la luz
el mundo puede derrumbarse aunque de momento, sobre las cumbres de la Serra de Tramuntana, la luz de junio,
rebotando por las rocas,
contra los árboles brotados de nuevo, filtrándose en medio de los pétalos del estallido de las flores,
las margaritas, los iris,
y tantas rosas en el jardín: todo transparente: y el corazón, ¡de tanta alegría!
Atrás han quedado los recuerdos
y los ruidos de hojas que ensombrecían su pasado de vejaciones y maltratos: le salvaba un día el odio, el otro, la voluntad, pero ahora
son las floraciones de liquen
de su apasionante amor las que le sirven como rebozo a la sangre.
Johann R. Bach
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