2 may 2013

...donde huele la vida y se sospecha la sal

MAIL DE UNA ASTRONAUTA

Nos alertaron

sobre la ausencia de arañas y la ocasional hambruna. 

 

En los desplazamientos

por largos corredores en motos eléctricas de tres ruedas, la sensación en la cara casi se parece a la brisa de un verano corto atlántico donde huele la vida y se sospecha la sal.

 

Encontramos reposo

en un patio diseñado por el Consejo con toda clase de detalles pensados como motivos y temas de conversación:

 

en una pared, a modo de pantalla,

se ven viñedos; un apicultor sonríe bajo su máscara protectora cuyo objeto es el de simular el himno de las abejas ahogando la monotonía.

 

Pensando

en esa escena buscaremos la tranquilidad, en la cama nos apretujaremos como en el panal deseando culminar con suspiros la eterna noche fría y constelada controlada de principio a fin por un reloj que sólo obedece a Greenwich.

 

Estrecharemos nuestros pechos

y todo seguirá como de costumbre, excepto el peso del presente que arruinó el pacto que hicimos con el cielo.

 

Ahora, después de nuestra traición,

lejos de nuestro perdido paraíso ya no hay lluvia ni nos duchamos, en su lugar sufrimos la agresión en la piel del oxígeno diluido en microscópicas gotas de aceite reciclado de antiguos girasoles.

 

Esto es el "Paraíso de la Ciencia".

Aunque algo hemos ganado: Poetas, viejos criminales y millonarios ya somos todos iguales. ¿Acaso nos preocupamos  durante miles de años de crear otra cosa?

 

Sólo nos queda

seguir pintando cuadros, imaginando música que se desprende de paredes, tuberías y máquinas. Escribir al fin y al cabo sencillos poemas para soñar, amar y ser amados.

                                                                                           johann R. Bach

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