4 may 2013

Cerezas rojas robadas como todos los años, olas furtivas...

      Tardes de primavera


¿Te acuerdas de aquellas tardes

a mediados de mayo de 198…? Cerezas rojas robadas como todos los años, olas furtivas de la playa de Cadaqués, el ardor de un domingo por la noche el día que tu madre aún respiraba belleza.


La poesía, los recuerdos sucios y los limpios,

el aburrimiento, el último ron quemado, hablando de Wagner o lanzando sarcasmos, creaban un momento ya conflictivo y literario.

Pero al hacerse de día ya querías más:


Era tarde. La luz invadía las paredes blancas como tu piel y la sonrisa y el enamoramiento en tus ojos brillantes te sorprendía como al día: con el adorno de una angustia rosada en la voz y en las mejillas. Te hacían más poeta.


Era como interpretar un nocturno

bajo los focos de 100 corazones llenos de literatura. Muchas mañanas, la romántica luz de esos encuentros retiraba las sombras de un escenario barrido por la brisa, las flores de los cerezos ya habían dado paso al soñado fruto rojo y, ya los pacientes pájaros podían picotear a placer las cerezas.



Bajo el cielo indeciso, purificado,

el gesto se recuperaba: cierta insistente caricia, una palabra, el olor de los árboles bañados por la brisa marina, los trozos de versos
removiéndose en tu cabeza como cerezas infantiles colgadas en las orejas dudando para escoger la forma de salir a respirar.



El resto era previsible como los sueños:

amantes, surrealismo, versos libres y el duro trabajo de ir elaborando la promesa inconsistente de rendirte, buscar la pureza de la rebelde buena, el dulce calor arterial de ser traviesa y diferente.


                                                                                        Johann R. Bach

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