12 dic 2014

No era caprichosa como creían muchas que la trataron.

APASIONADA BERTA

El carácter de Berta se hizo impredecible
a partir de los quince años. No era caprichosa como creían muchas personas que la trataron.

A veces era estridente como un grillo.
Con su voz atiplada solía tomar la palabra en alguna reunión hasta que en los oídos de los que la escuchaban se establecía un extraño zumbido.

Ella solía decir cosas difíciles de entender.
Decía, por ejemplo, "soy húmeda como una riada que inunda los sótanos de una casa". 

Yo sí la entendía.

Cuando le preguntaban
qué significaba aquella frase, la cosa se complicaba pues la respuesta era un largo monólogo.

"Soy la mujer barbuda
–decía con semblante serio en su cara-, la muchacha que de pié corre sobre el caballo,

la trapecista despierta
a las tres de la madrugada porque sufre de mal de amores".

Yo sí la entendía

Convencida totalmente
de la fortaleza del cuerpo femenino presumía como la fiel Penélope de estar siempre despierta,

pero de noche dormía abrazada
a la almohada como si de un joven muchacho se tratara para no sentir miedo de su soledad.

Con el buen tiempo
abría las ventanas de par en par y limpiaba escrupulosamente las huellas de los dedos de sus amantes en los vasos y tomaba el último café después de haberlos despedido.

Sacaba a pasear regularmente –eso sí-
a su perrita cada noche como si airease su alma o pensase: "Nada es preciso" o quizá algo menos profundo como "esta noche no habrá más accidentes ni heridos".

Yo, que he estado muchos fines de semana
de guardia en traumatología, sí la entendía.

"Sólo los niños
–decía como hablando para sí misma- enferman cuando cae la tarde bajo el sol de invierno y quedan absortos mirando al cielo

como criaturas lánguidas".

Yo, que he tenido varios hijos
sí la entendía.

Y es que para entender ciertas cosas,
como Berta, hay que ser mujer.

                                                              Johann R. Bach

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