11 may 2013

No somos pocos los que aprendimos de ella

   CARTA ABIERTA A TULIA

Gracias Tulia por tus comentarios.

Ignorábamos que desde tu Colombia seguías los escritos de Elisa, que lamentas su marcha, pero la biología del corazón manda sobre la del cerebro.

 

No eres tú sola

la que encuentra a faltar esos impulsos que salían de la mano de una persona que escribía sin detenerse a pensar si era mucho o poco lo que volcaba sobre la web (www.homeo-psycho.es) o el Blog (Homeo-Psycho).

 

Pero aunque seguiremos

publicando, de vez en cuando, algunos de sus escritos creemos que debemos tomar su silencio como el preludio de un silencio más profundo.

 

A pesar de que Elisa había llegado

a dominar un cierto arte de comunicar esperanza y no poco optimismo,

 

no somos pocos

los que aprendimos de ella que la escritura no atrapará nunca el tejido candente de la realidad, cada vez más ininteligible, cada vez más un delirio de vida inexplicable.

 

Como los místicos,

inmóviles y silenciosos ante las cosas grandes y pequeñas, comprendió Elisa la pequeñez del lenguaje para describir la belleza del mundo y

 

la increíble concordancia

de mariposas, hormigas, luciérnagas, olivos y almendros, membrillos y libros; fórmulas matemáticas y leyes físicas, historias de amor desencadenando la Guerra de Troya

 

y cómo un simple caballo de madera,

solitario y abandonado en la arena llevaba en el silencio de sus entrañas el germen para desempatar la última batalla.

 

Quizá Elisa haya hecho

lo que le dictaba su corazón y coherentemente nos indica que hay un tiempo para hablar y un tiempo para callar.

 

Escribir nunca fue para ella una obligación.

Era, según había expresado en varias ocasiones, una actividad anómala; y, sería, sensato por nuestra parte, comprender que es difícil pasar toda una vida en estado de excepción.

 

Recordemos de ella

sus primeros poemas, saturados de impudicia adolescente, la incontinencia sentimental que nos hacía creer que aquello que sentía era tan original que

 

nos exhortaba a consultar

continuamente a Google y otras fuentes sobre temas tan dispares como un lema de la mecánica cuántica relacionado con los anillos de un simple gusano de seda.

 

El comentario de Andrés (desde México)

sobre los escritos de Elisa son tan elocuentes que no podemos dejar que caigan en saco roto. A propósito de Yo, Santiago Huguet nos envió el siguiente comentario.

 

"Me encanta la creación de ese carácter,

las contradicciones que le mete Elisa, las tan entendibles pretensiones absurdas, la tan comprensible futilidad agria, ese intento del personaje de crear un mundo lleva a que ella, Elisa, sí crea un mundo dentro de ese personaje. Las figuras, las metáforas, los movimientos y cambios en las palabras y sentidos a menudo a primera vista absurdo crean en mí asociaciones con sensaciones. A veces Elisa es irónica hacia ella misma, a veces hacia el mundo. Por ejemplo el que haya inventado la Naranja". :)

 

"¿qué personaje fue este? ¿Le contó la viuda de él?"

 

El tiempo medicó a Elisa ciertamente,

como a un enfermo crónico hasta que llegó a comprender aquella inteligente sentencia de Rilke:

 

"La poesía no son sentimientos, son experiencias".

 

Cuando cambió de registro

perseguía, sin duda inútilmente, una vieja modernidad que identificaba con una vida activa, apasionada como nunca y

 

bohemia hasta cierto punto,

residuos del narcisismo lírico juvenil y con ingenuo menosprecio por la sonoridad del verso.

 

Comenzó a escribir en prosa recortada,

y sus versos se convirtieron en carros dispuestos a atravesar el pedregal, pero sorprendentemente

 

sus lectores empezaron a comprender

mejor esa escritura surrealista llena de sugerentes líneas de pensamiento trazadas como el vuelo de las abejas: Creando siempre hexágonos.

 

Vayan con ella

nuestros recuerdos y agradecimiento por sus escritos, lamentando que probablemente nadie encontrará a faltar sus versos no engendrados, callados en su tiempo de silencio.

 

Algunos creemos que la entendemos

como te entendemos a ti, Tulia. Pero deja que seamos sinceros: no pases pena; si Elisa ya no escribe para ti, otros lo harán;

 

algunos te escribirán

poemas cuyo efecto balsámico agradecerás; otros, te enviarán copias de sus versos escritos, dignos de ser recordados y que nunca llegamos a aprender.

 

Cuando había pocos poetas,

los ángeles se aprendían de memoria la última estrofa. Pero ahora hay pocos ángeles y muchos poetas.

 

A pesar de la excelencia

de los escritos de Elisa, ningún serafín se sabrá de memoria su último verso, ni nunca recogerá el Nobel aunque en broma lo soñaba.

 

Tú Tulia, no eres muy diferente.

Reflexiona y encontrarás algunas sorprendentes similitudes: a veces un silencio elocuente, a veces la sensación de que no tienes ninguna misión superior que te obligue.

 

Tu conciencia te murmura

que no deberías resistirte a averiguar más sobre las profundidades de la realidad.

 

Un día la realidad –como Elisa-

se dará cuenta que la poesía no tiene corazón sino unos ojos enormes como los tuyos y un oído finísimo.

 

De repente la realidad –como Elisa-

comprenderá que no ha sido para la poesía más que un pozo inagotable de metáforas y se esfumará.

 

Reposa si tienes ganas.

Y de vez en cuando te visitaremos como tú visitas nuestra página web y como antiguos patricios

 

tomaremos en silencio una copa

de vino tinto en tu jardín salvaje oscuro como el regusto de los taninos entre las plantas que crecen palpitantes y nos bañaremos con sales bóricas.

                                                                                    Leo P. Hermes                                                                 

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