16 abr 2013

16. LOS HOMBRES DE MI VIDA (Marcelo)

16.     LOS HOMBRES DE MI VIDA (Marcelo)

Marcelo

 

Cuando te embarcaste

no pensé que aquélla iba a ser la última vez que mis ojos te vieran. Todo había sido dulce e incisivo al mismo tiempo. En mis dedos tenía aún un recuerdo estremecido: la fina y delicada flor de la hierba mojada de rocío.

 

En la playa,

el silencio que el amor nos pedía y tu mirar no levantaban ningún mal presagio.

 

Pasaste como una estrella fugaz

y la oscuridad, ahora, es más oscura. Dejaste un vacío duro y preciso como un puño que golpea los pulsos, el vientre, las piernas.

 

Me embriagaste de palabras y besos.

Te tuve, me tuviste –aún embriagas- un instante. Conocí otra embriaguez la más corta y la más fuerte a la vez. ¿y ahora?

 

Aquello que yo nombraba

el fruto prohibido tiene un nombre –Marcelo- y un gusto extrañamente familiar. No quiero decir con eso que se parezca a nada de lo que yo había vivido antes.

 

Es una sensación cercana

a la de llegar a un lugar donde estamos convencidos de haber estado, sin que la memoria sepa darnos razón.

 

Y la sensación de maravilla proviene tanto de esa familiaridad inesperada como de todo aquello que percibimos como desconocido y nuevo.

 

Maldigo a Poseidón

que se te llevó. Y, aun así Marcelo, tus palabras me acompañan como mi propia sombra:

 

La luna se dirige a las Pléyades

quiere ocultarse de la rabia de mis ojos. A punto de amanecer he esperado no sé qué. No me acuesto sola sino con tus huellas en mi piel.

 

                                                                                          Marta Guillamon

 

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