Tranvia en Stettin
CEREZAS EN STETTIN
Viajar a Stettin buscando el mar
es como volver a la infancia;
incluso lo que debería haber sucedido
hace tiempo solamente
ahora se produce…
Pero vi en la calle cuatro viejecitas
como un montón de huesos llorosos
hechados debajo de los delantales
de su última esperanza.
En el suelo no había para vender
más que un puñado de setas, flores y
arándanos negros recién cogidos.
Sentadas en unas minúsculas sillas
junto a una modesta frutería
eran miradas
con el compasivo espanto
del ser amenazado por
algo que va a suceder prematuramente,
se esforzaban en hacer sombra
a los frescos productos de la tierra
con la pantalla de sus manos
para que el sol no los calentara demasiado,
como retrasando algunas horas
el nacimiento de una dimita crisálida.
Y cuando acaso alguna vez alzaran los ojos
hacia los transeúntes,
su mirada esperanzada
acosaba hasta el delirio.
Pero en verdad los transeúntes sólo transitaban,
Así que de nuevo estaban sólo ellas
a quiénes, de pronto, sacudió la explosión
de las avispas que, como una nube de polvo,
se habían levantado nerviosas
al remover las cerezas de su cajón.
Y quietas como estaban,
familiarizadas con las injusticias ancestrales,
traicionadas y sin embargo
echándose la culpa en cierto modo,
no alcanzaban, ni siquiera a través de los demás,
a seguir el ardiente vuelo amarillo
de un puñado de insectos.
Su miedo era muy inferior al de su esperanza.
Elisa R. Bach
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