MARIPOSAS Y LIBROS
Cada día al mirar por la ventana,
todo era luz para tu mente,
la imagen del campanario surgía entre la niebla,
como una bocanada de oxígeno
llenaba de esperanza la biblioteca;
presentías como la oruga el final del mundo.
Tus hombros se hacían más y más pesados
los libros te parecían como en los sueños
mariposas con las alas abiertas de par en par.
Ignoras cuantas monjas antes que tú
miraron por esa misma ventana
con la intención de preservar su pureza
y cuántos libros fueron leídos
bajo el polvo invernal de los siglos.
Entre las cruces como símbolos de dolor
se alzaban la veleta y su flecha del tiempo
y la luz de las vidrieras que cobrando más vida
con las mariposas de agosto:
apenas dos páginas menudas que narraban
cómo un código microscópico
la fragilidad de la belleza,
el devenir del tiempo.
Las puertas del monasterio se habrían
sin ruido como páginas de libros o alas de mariposa
como invitándote a salir, insinuando que
atravesarlas sólo requería la paciencia,
un poco más de tiempo. Tus alas
crecían y crecían como las de la crisálida
preparándote para llegar a
otro mundo más vivo, alegre, apasionado, fértil…
Libros y mariposas: dos bisagras
de la misma puerta de un Monasterio
en el que sufriste, es cierto,
la soledad estoicamente, pero también
donde acumulaste fuerzas suficientes,
pues la vida es algo más que un mendrugo de pan.
Sylvia M. Folch
Con las ropas empapadas y los zapatos ahogados de lluvia entré en el minúsculo apartamento de Pierre. Las paredes estaban impregnadas de cuadros y de sagrado olor a bosque; de las estanterías altas se desprendía conocimiento y de las más asequibles, poesía; la madera parecía cubierta de miel y una única rosa roja con su tallo en remojo dentro de un frasco de vidrio alegraba su mesa. Asombrosamente reinaba un cierto orden en las cosas.
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