DOSMANOS
No os olvidéis queridos amigos que soy yo, la narradora, una insignificante araña, cuya única habilidad es la de manejar con soltura mis patitas, la que, gracias a mi tamaño, tengo la capacidad de colarme por debajo de las puertas y ser testigo de todo lo que acontece.
Hoy os voy a explicar la historia de Dosmanos. Por aquel entonces yo me había trasladado a Barcelona dentro de un voluminoso paquete postal y fui a parar a la Oficina de Correos del Carrer Gran. Elegí aquel barrio porque me habían dicho que había, habitualmente, música por las calles y además abundaban los rincones tranquilos en casas de techos altos. Fue allí donde pude observar con todo detenimiento a Dosmanos y lo que fue mejor el poder leer todo lo que escribía desde lo alto de una antigua taquilla de madera.
Dosmanos, un modesto trabajador de Correos, dedicaba sus horas libres a escribir relatos breves en los que daba vida a cualquier objeto que tocara o viera. No bebía ni fumaba. Estaba lleno de entusiasmo y de un cierto humor alegre, contagioso, no exento de un espíritu crítico.
Cierto día Dosmanos tomó agua bendita y se le pusieron frescos los ojos. Abrió la boca y rió. Bajó una de sus manos y la hundió en la arena caliente.
Sacudió su carne al quedar en pie frente al horizonte y una leve cantidad de arena abrazada a su piel, cayó lenta, ondulada, en el viento. Con dos dedos alisó su frente y mirando sus pies descalzos, a ratos el cielo azul y duro, caminó erguido junto al mar revuelto.
Durante unos pocos minutos
el viento cedió el paso a Dosmanos dando un respiro al paisaje.
Johann R. Bach
Al leer estas líneas una lectora que dice haber conocido a Dosmanos quiere recordarme que, en efecto, no bebía ni fumaba; enjuto, rubicundo, se embriagaba de ira al oír las noticias en la radio; le gustaba observar, hacer examen de ingenios:
nunca la descripción adherida al ejemplar: explosiones o piel ceñida al hueso en la mejilla, venillas y áspera textura bajando no adaptable, olía la chaqueta de mezcla a la persona, la persona y el olor, no olía la persona, sí la chaqueta, la chaqueta de Dosmanos era el puro ser.
Griselda Corni Fino
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Pura poesia me encanta , Me gustaria mucho que el viento me cediera el paso , quizas al dueño de estos escritos se lo ha cedido alguna vez;lo merece sin duda