2 abr 2016

Creo que en el infierno no hacen falta torturas,


PRIMER DÍA DE VACACIONES

Perdonad queridos amigos por el desorden en que yo,
una simple araña lasiodora, narro las cosas, pero es la inmediatez de este Mundo de Arañas donde todas no sólo corremos sino que volamos acrobáticamente en el espacio que otras criaturas abandonan y donde, al escribir, demostramos nuestras habilidades dactilares.

Os voy a relatar ahora,
como una pieza que faltara para completar un puzzle, el texto que copié del cuaderno de viaje de Emilia la escritora. Tal y como yo lo copié incluido el momento en que lo hice, muy posterior por cierto, al resto de la narración iniciada con el título de "Grecia como Decorado de Fondo". Ese relato del "Primer Día de Vacaciones" de Emilia es el siguiente:

Desde que empecé a planear aquel viaje,
siempre tuve claro que iría a la península  de Mani –a Emilia le encantan las penínsulas tanto como a mí-, al sur del Peloponeso. Algunos profesores amigos y compañeros del "insti" me advirtieron de que no merecía la pena, ya que era para ellos una tierra lejana e inhóspita, pero estoy contenta de no haberles hecho caso. Al fin y al cabo de no haber hecho aquel viaje no hubiera conocido a Hector y sus infinitas caricias, la satisfacción de sentirme una mujer deseada y colmada en los placeres intelectuales y sexuales hasta lo infinito.

En efecto, los compañeros del "insti"
tenían parte de razón cuando me dijeron que en un extremo de Maní se hallaba la puerta del Hades, del inframundo mitológico. Alquilé un coche para ir hacia el sur, hacia una de las tres penínsulas que, en el extremo del Peloponeso sobresalen, como las raíces puntiagudas de una muela. La monotonía invade la carretera poco transitada y una costa bañada por las aguas del golfo de Laconia.

En kokala me dejé tentar
por una taberna con terraza a orillas del mar, protegida del sol por un cañizo medio roto. Comí pescado fresco y una ensalada griega de esas a las que añaden queso de cabra, con un vino tinto con el que pretendí celebrar la belleza del paisaje. De regreso al hotel, como un sobrecogimiento, me invadió sin saber por qué una tristeza infinita. En la cena bebí en exceso vino tinto y tres o cuatro copas de whisky.

Me fui a acostar haciendo eses
después de tanto vino (por hacer honor a la verdad; de lo contrario podría invocar el cansancio de aquel día interminable) y, tras descender titubeante un piso, volví, a encontrarme en mi habitación con el papel, las cortinas y el tapiz colorados. Encendí el televisor que, como en todas las habitaciones de hotel, colgaba aproximadamente en el techo como las arañas y, desde la cama, empecé a zapear en la oscuridad, deslumbrada por los destellos de luces interrumpidos por pantallas negras.

Zapeé durante unos minutos,
como hago siempre que, arrancada de mis hábitos, de las personas que son parte de mí en el "insti", arrojada a un lugar extraño y sofocante –una más de las cientos de habitaciones por las que he pasado y que han sido siempre la misma, deprimente y repulsiva-, no reencuentro siquiera la bruma de realidad que normalmente me arrogo.

Creo que en el infierno no hacen falta torturas,
gritos, barreños de alquitrán ni otros horrores: el baño del Inframundo –en la variante moderna de una habitación de hotel en la que tienes que vivir eternamente, sin identidad, sin pasado, sin futuro, sin compañero, sin carrera profesional, sin vida, en definitiva –resulta igualmente útil y es considerablemente más limpio en comparación.

Me dormí rayando el alba, con el televisor encendido y, cuando me desperté, me abrumó una congoja terrible: el viaje apenas había comenzado. Tendría que vagar de hotel en hotel, como Ulises de isla en isla, dos semanas más, lejos de mi península del Cap de Creus mi Ítaca particular. Sólo me animaba a seguir recordar al mirar por la ventana las palabras que con toda razón dijo el poeta griego: "Aquí el paisaje es tan agreste como el silencio".

                                                                               Johann R. Bach

3 comentarios:

  1. Griselda Corni Fino

    Mal comienzo de vacaciones , La soledad de los hoteles es una soledad especialmente desagradable y nada romantica

    ResponderEliminar
  2. COMENTARIO DE PATRICIA

    Doá Araña: Cuanta razón tiene Emilia en encontrarse en algo tan próximo y solitario como la quemazón de un infierno donde se ahoga una con sus propios ecos.

    ResponderEliminar
  3. XANA GARCÍA
    19:40 (fa 12 minuts)

    No hace falta morir para encontrarse con el inframundo,está aquí cuando las vivencias pierden su sentido, Emilia vuelve a sentir la soledad inmensa cuestionándose seguir el viaje ,siente que su "Itaca" le llama, necesita el regreso a su cosmos de Cap de Creus .Solo le animaba el salvaje silencio contrastado en la ventana con las palabras del poeta griego.Tal vez el regreso sea un viaje de transformación interior liberador.Haga lo que haga no tiene nada que justificar ni siquiera sus dudas,lo importante es elegir lo que no te haga mortalmente infeliz

    ResponderEliminar