27 mar 2016

Emilia cuya mente tiene la flexibilidad de un contorsionista, estaba doblando monstruosamente la cintura


EL SURREALISMO DE EMILIA

Emilia es capaz de sorprender,
incluso a una araña chismosa como yo, hasta el delirio con su forma de escribir: pasa de un verso lírico a una descripción surrealista en cuestión de segundos.

Cuando parece que va a expresarse con una obviedad,
puede ocurrir que el bolígrafo se le retuerza en su mano como en una improvisación musical de jazz.

Sin ir más lejos, ayer, antes de la cena, se levantó de su silla casi con premura y se fue al baño. Los minutos fueron pasando para mí como una eternidad y finalmente no pude contenerme: "Voy a ver que está haciendo" –me dije- y me colé por encima de la puerta entornada del lavabo. La vi desnuda toqueteando el agua que salía de la alcachofa de la ducha. Debió de cabrearse como un político que no sale elegido como diputado pues se vistió sin meter siquiera los pies en la bañera.

Volvió a su mesa de trabajo,
encendió el ordenador y comenzó a escribir:

"Entré en la ducha,
pero del maldito grifo salía agua unas veces demasiado caliente y otras demasiado fría, así que tuve que renunciar a la idea de ducharme…"

De repente dejó de escribir y miró hacia arriba.
Por suerte yo me hallaba detrás del cordón de la lámpara pues de otra forma aquel fuego que salía de sus ojos podría haber fundido los plomos de mi diminuta cabeza.

Siete, ocho, nueve, tal vez diez segundos después empezó a aporrear el teclado dejando de lado el cuaderno de notas y el bolígrafo: Lo que escribía salía en la pantalla sin falta ortográfica alguna y su contenido hizo que todos mis músculos horripilatorios se levantaran poniéndome literalmente la piel de gallina.

Emilia cuya mente tiene la flexibilidad de un contorsionista,
estaba doblando monstruosamente la cintura mientras escribía "cómo coger con los dientes la rosa situada junto a sus talones para luego como clavándose una espina, triunfante, lanzar esa aromática rosa al público,

puesto que el agua salía
unas veces hirviendo y otras fría como el hielo; es decir, una forma de decir que no iba a tomar una ducha tibia. Todo lo cual era mucho más monstruoso que la propia imagen en el espejo de una araña como yo.

Eso sí son metáforas.

                                                                            Johann R. Bach

1 comentario:

  1. XANA GARCÍA
    22:57 (fa 8 hores)

    "Emilia cuya mente tiene la flexibilidad de un contorsionista,
    estaba doblando monstruosamente la cintura mientras escribía “cómo coger con los dientes la rosa situada junto a sus talones para luego como clavándose una espina, triunfante, lanzar esa aromática rosa al público"

    Sabes poeta,en ti tampoco reina la obviedad ni aparentemente,te entregas a fondo y regalas músicas de jazz con todos los sabores y aromas como Emilia en este carrusel de la escritura y la percepción del lector.Cálida noche,poeta!

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