31 mar 2016

el cielo nocturno, los bosques, las montañas azules, oliendo ávidamente el rocío tibio, el tomillo, la paja,


UN LUGAR EN EL COSMOS

Sí amigos lectores,
a pesar del mínimo tamaño de este cuerpo de araña lasiodora, reivindico un espacio y un tiempo en este Cosmos cuya mayor virtud es la de acogernos, sin excepción, a todas las criaturas.

Yo también fui joven y osada
como Emilia la escritora pues conocí la vanidad hermosa, sosegada, casi alegre;

me acurruqué en ella
o encima de ella como buena Mygale, como cuando iba de colonias en verano, observando

el cielo nocturno, los bosques,
las montañas azules, oliendo ávidamente el rocío tibio, el tomillo, la paja, el alejado humedal y sus cañaverales,

el aroma de las espigas segadas
–desde luego no con la idea del pan, del agua, de la utilidad- sólo con la idea de una siega general, aliviadora,

mientras de cerro en cerro,
de viña en viña, los perros de los labradores –hoy ya sustituidos por el chirrido de la maquinaria agrícola-

y de los pastores ladraban
a una blanquísima luna llena, Diosa de la Noche con los brazos cruzados y sus sugerentes reflejos plateados.

Embriagada de esa vanidad, casi alegre,
vivía en un tiempo que era un sabor –no sé- a un profundo azul diluido, un sabor a existencia única, subrayada a veces por el movimiento de algún gorrión enemigo como en sueños –un silencio bullicioso-

y toda yo era silencio
y era parte del silencio. Mordía una ramita de olivo para no gritar. Porque lo sentía: mi boca crecía desmesuradamente, para un gran grito, y mis dientes también se separaban para dejar salir el grito.

Por suerte, gracias a mi disciplina de araña narradora

lo contuve y se disolvió en mí. Eso era el silencio. Y yo era etérea –podía columpiarme fuertemente asida a mis finos hilos- me movía en grandes espacios “volando”. 

Sí amigos lectores,
a pesar del mínimo tamaño de este cuerpo de araña lasiodora, reivindico un espacio y un tiempo en este Cosmos cuya mayor virtud es la de acogernos, sin excepción, a todas las criaturas.

                                                                                         Johann R. Bach


4 comentarios:

  1. Comentario de Xana

    Muy emotivo y sembrado de belleza natural,muy ,muy bello.Es una pena que haya que reivindicar un espacio y un tiempo para las pequeñas criaturas sabiendo que sin ellas se perderían los ecosistemas de las estaciones,la vida

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  2. Misteri 777

    Y toda yo era silencio
    Y era parte del silencio. Mordía una remita de olivo para no gritar... Esos gritos desgarrantes que llevamos dentro convertidos en silencio...me a gustado amigo, gracias por compartir,... Que pases una linda noche o un feliz día,.. un abrazo 

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  3. Griselda Corni Fino
    10:58

    Muy bueno . He podido experimentar la misma sensacion que la araña lasiadora porque tengo un lugar en el cosmos , y ella tambien no necesitamos revindicacion alguna ,

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  4. COMENTARIO DE PATRICIA

    ¡Simplemente me encanta!
    Todo lo visto es precioso y la manera de narrarlo todavía engrandece más ese paisaje... Todos los olores son respirados por mi sistema olfativo.

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