EL AUMENTO DE ENTROPÍA
Os imagináis a Marta Guillamón
volviendo a casa, enamorada, oliendo el aire dulzón, irrespirable, de la tierra empapada, los grumos opulentos de la fermentación;
volviendo
mientras las hojas descosidas liberan sus metales y el agua de los charcos reflejando un cielo marrón que le sigue con la mirada.
Después de subir al ático,
con el ascensor averiado, jadeando y combatiendo el ascua silenciosa del invierno:
la cara y cruz del hielo;
después de quitarse la blusa
empapada como hoja que penetra y adormece la piel; entrando en la noche rapaz que viene a someterla a la dura prueba.
Con los pechos al aire
y secándose el pelo escucha a su compañero –estudiante de Ciencias Físicas- que repite como si fuera un loro, grabando en su ADN los conceptos más absurdos:
vida es aquello
que hemos aprendidos a considerar vida. Vida –sigue repitiendo-… vida es aquello asociado a ciertos elementos químicos que hemos aprendido a asociar a su presencia (nótese la repetición de la palabra "misteriosa" asociar).
Marta parece no oír bien,
pero hace un esfuerzo por entender: "hay vida allí donde el grado de entropía es reducido y estable, es decir, allí donde se incumple la segunda ley de la termodinámica y se impone la rebeldía.
Marta empieza a comprender.
Se baja los tejanos. Su entropía se está desbordando entre las piernas.
Todo tiende al caos
y al desorden –oye decir-; todo se deshace y envejece sin remedio. Son casi las últimas palabras antes de apretujarse
a una boca
revuelta, como un ardiente caos, entre sábanas de colores.
Johann R. Bach
No hay comentarios:
Publicar un comentario