2 oct 2013

Os imaginais a Marta Guillamon volviendo a casa, enamorada, oliendo el aire dulzón

EL AUMENTO DE ENTROPÍA

 

Os imagináis a Marta Guillamón

volviendo a casa, enamorada, oliendo el aire dulzón, irrespirable, de la tierra empapada, los grumos opulentos de la fermentación;

 

volviendo

mientras las hojas descosidas liberan sus metales y el agua de los charcos reflejando un cielo marrón que le sigue con la mirada.

 

Después de subir al ático,

con el ascensor averiado, jadeando y combatiendo el ascua silenciosa del invierno:

 

la cara y cruz del hielo;

 

después de quitarse la blusa

empapada como hoja que penetra y adormece la piel; entrando en la noche rapaz que viene a someterla a la dura prueba.

 

Con los pechos al aire

y secándose el pelo escucha a su compañero –estudiante de Ciencias Físicas- que repite como si fuera un loro, grabando en su ADN los conceptos más absurdos:

 

vida es aquello

que hemos aprendidos a considerar vida. Vida –sigue repitiendo-… vida es aquello asociado a ciertos elementos químicos que hemos aprendido a asociar a su presencia (nótese la repetición de la palabra "misteriosa" asociar).

 

Marta parece no oír bien,

pero hace un esfuerzo por entender: "hay vida allí donde el grado de entropía es reducido y estable, es decir, allí donde se incumple la segunda ley de la termodinámica y se impone la rebeldía.

 

Marta empieza a comprender.

Se baja los tejanos. Su entropía se está desbordando entre las piernas.

 

Todo tiende al caos

y al desorden –oye decir-; todo se deshace y envejece sin remedio. Son casi las últimas palabras antes de apretujarse

 

a una boca

revuelta, como un ardiente caos, entre sábanas de colores.

                                                                         Johann R. Bach

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