22 jun 2013

Cuando llegó a casa miró en el diccionario la palabra palimpsesto

    EL PALIMPSESTO DE SÓLLER                                          

¿Alguien puede imaginar a Marta G.

calificando de raro a aquel poeta o lo que fuera, que coincidió con ella en Sóller el mes pasado?

 

Al primer golpe de vista

aquel hombre de gruesas cejas, pelo abundante y extrañamente negro para su edad, de fuerte osamenta aunque algo delgado y sin arrugas en la frente, comparó a Marta Guillamón con un palimpsesto libidinoso.

 

Marta Guillamón,

sin saber qué cosa era eso de palimpsesto, se desternillaba de risa. Lo de libidinosa no era una novedad ni algo peyorativo, pero lo otro sólo podía hacerle estornudar carcajadas.

 

Cuando llegó a casa miró el diccionario

qué cosa era eso de un palimpsesto: se trata de un manuscrito antiguo en el que se ha raspado o borrado el texto para escribir de nuevo sobre él. Estuvo totalmente de acuerdo con aquel poeta:

 

Estaba dispuesta

a seguir siendo un manuscrito donde otros dedos escribieran sobre él; un manuscrito que recogiera cada rúbrica rodeada de blancas azucenas. Aquel poeta podría definirse como un snob introvertido, porque al día siguiente, "por si las moscas"  la rehuía.

 

En Sóller –según Margarida-

se conocía a aquel individuo como una persona divertida a veces, pero normalmente no se bañaba aunque cuando lo hacía iba directamente al spa y no a la playa pública.

 

Marta Guillamón dijo a Margarida

en multitud de ocasiones que las lunas de Cadaqués y Sóller eran su misma luna. Pero a la Costa Brava no llegaban turistas como aquel.

 

¿Acaso el cielo no es el mismo allí y aquí?

-le preguntaba Margarida- "La luna si es la misma, el cielo no. El brillo de los olivos tampoco –contestaba Marta.

 

No es el cielo enfurecido

–puntualizaba Marta G.- durante varios días, con la sequedad de la tramontana penetrando en las gargantas por las rendijas de los dientes;

 

en Sóller parece

que las blancas nubes, horizontales, casi detenidas, como naves helénicas con las velas desmanteladas, avanzan a golpe de remo bajo un sol ardiente.

 

¿No es el mismo sol

el de Cadaqués que el de Sóller? No. ¿Acaso no iluminan igual? En Sóller lo hace con dos horas de retraso cuando en la playa aún no hay nadie.

 

Color de otro cielo,

lluvia ajena al viento en Sóller, luz que Marta Guillamón no conoció en su infancia.

 

¡Ah esta vista que pregunta y pregunta!

Dime Margarida: ¿Has notado como la piel del mar aquí, como a veces en un espejo, nos amarillea el rostro?

 

¿O cómo este sol poniente de Sóller,

es como un ladrón que nos roba el maquillaje cada mañana? Mientras que por la tarde es tibio; en Cadaqués hace ya dos horas que se ha ocultado tras las montañas.

 

Dime Margarida, dime

si sientes que este mar, y sus rincones, no es nuestro. Aunque le llamemos Mare Nostrum no es nuestro, es de Homero…

 

¡Ay Marta!

Es lo mejor que he oído sobre este sitio.
 
                                                                                Johann R. Bach

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