EL BLUES DE LA AMAZONA DE PLATINO
La tierra nos tiene apretados
a todos en su puño de tormentosa angustia.
¡Que nadie se mueva!
¡Que permanezcan quietas
esas rebeldes drosófilas melanogaster! Es hora de preparar su vuelo a la luna y
unirse al día para buscar un fin.
Apretemos entre los dientes
los minutos que nos separan de esa especie que tanto ha hecho por la Humanidad.
Nacieron esos diminutos seres alados
en un mundo exento de gravedad una rudimentaria nave espacial. Su esperanza (matemática) media de vida era de tan sólo veintiún días de nuestra especie.
Su angustia
de no saber en qué planeta viajaban redujo drásticamente su ciclo vital a la mitad: En tan sólo diez días todas habían envejecido fatalmente.
La muestra -diez mil individuos- no deja lugar a dudas:
la absorción masiva de oxígeno
a causa de la elevada frecuencia respiratoria era la causante de su debilitamiento físico por hiperoxidación de sus vísceras.
Se les prometió
que si abrían sus manos podrían acoger al ángel que iba a caer, que sus innumerables deudas serían pagadas hasta el último bieuro(1) y
sus sufrimientos se los llevaría el viento.
Por aquel entonces
La Amazona de Platino era sólo un ruidillo que llevaba dentro varios ruidos, pero no era ese ruido, apenas audible,
una vibración helada, arrugada,
en una encrucijada tirada en la húmeda acera a los pies de los hombres con prisa, sino
una música de blues dotada
ya de escalas completas de siete tonos y sus correspondientes semitonos, capaz de aportar alegría y esperanza a
la esfera de la única hora que vive al sol.
Johann R. Bach
NOTA 1. Bieuro es la denominación de la moneda de dos euros
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