31 mar 2015

Mis ojos de présbita ya no pueden ver como el viento despeina el mar

LOS OJOS PRÉSBITAS

 

¡Es El Teide!

La cima más alta de Las Islas donde nacen el frío y el agua cristalina.

 

Sobre él he dibujado el tiempo

y el riachuelo del alba.

 

De noche, junto al mar,

un agua turbia no potable -aún siendo fuente de vida- aconseja no bañarse bajo el claro de luna y en esas playas, a menudo,

 

me he preguntado por qué

las cosas son como son y

 

he encadenado

como en una escalera de color de un juego de cartas, algunos porqués.

 

Todo ha sido como un espejismo.

El engaño ha sido pensar que todas las preguntas merecen respuesta.

 

Pero el aire mismo se encarga

de recordarme que ya no caben más preguntas en Las Islas ese saco que ha lastrado mi tiempo,

 

hasta que he acabado por creer

que la única respuesta es la misma pregunta.

 

Para el tiempo,

El interrogante es cosa suya. Y se queda allí sin pasar las tierras húmedas de La Laguna.

 

Mis ojos de présbita

ya no pueden ver como el viento despeina el mar y mis pies, aprisionadas en la arena no pueden comprender

 

qué esconde mi sombra blanca

en las cálidas noches de luna.

 

                                                                Johann R. Bach



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