UNA LEGIÓN DE VIUDAS
El viento se ha levantado, amenazante,
desafiando las cimas de los parasoles de la terrazas,
El pájaro se aplasta,
va de crisis en crisis hacia los espumosos chorros del agua de las estatuas y hacia las desazones .
Allá arriba
los hielos rotos en la cabeza de los países repican como campanas del cielo los gloriosos reflejos.
Montañas puntiaguadas y musculosas
en las que se encabritan las voces montañas cubiertas con floras aconitínicas abrochan el corsé de los valles y
sembrado de pedrerías el lagarto arenoso
arrastra la huella de su paso, desbroza el hielo atestado de fósiles de crustáceos
recorridos por las guadañas de pasados milenios.
Así se apilan las viudas
–entre guerra y guerra- recogiendo las generaciones perdidas cestas de la vendimia,
en los bolsos de las colinas
que otros tormentos desplegarán ante ellas.
Cada una de ellas se atormenta
por doquier apretando las bridas de los caminos rompiendo los invernaderos donde sirven hombres disminuidos en su libertad y que
cantan de un lado a otro
en los recodos peligrosos llevando de la mano a las madres y a las plantas azules de Los Alpes
Esperan –las viudas desamparadas-
que otros tormentos desplieguen ante ellas tumbas de vino sagrado girando al son de los chubascos.
Ensordecidas las voces amigas
hasta la explosión que procede de las lindes de solares trozos de oleaje, ven, impotentes, cómo
las barcas se hunden
ante la orden de arriar de ese fondo traidor por donde escapa, fugitivo, otro fondo que cae de fondo en fondo y que al parecer no se puede salir de esa sima
lo más parecido a un agujero negro
que se traga hasta las transparencias y en el que sólo la sondas astrales nos permite imaginar de
las horas de vidrio
la celestial cosecha de estrellas que permites a esas sufridas mujeres confiar de nuevo en el búho –y sus clarividencias- instalado en su hombro.
Johann R. Bach
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