ENTRE CENTINELAS DEL DESIERTO
Pedí permiso a mis secuestradores
para enviar a mi prima un poema como muestra de que estaba viva y que mi esperanza en volver a ver mi mar también lo estaba.
Al escribirlo puse –creo-
la primera piedra en esa torre con la que los poetas del mundo libre tratan de alcanzar
altura suficiente para tocar el cielo.
Pensé en cómo expresar lo que sentía
para que tú supieras que el poema era auténtico que no era una treta de mis captores (en caso de que ellos cumplieran sus promesas).
Debía decirte cómo había grabado
en mi mente alguna escena vivida y que sólo tú podrías reconocer la misma que me salvaba de
esa misma locura
en la que me veía atrapada:
"Locura, mi amor,
es perder el sentido del tiempo
es una rosa
sin destino ni dueño, es la lluvia inundando el desierto,
es volar sin alas ni cielo.
Locura amado mío,
es contar hasta un millón con los dedos,
es soñar despierta
un sueño que forzosamente has de vivir pero no sabes cuándo el envés de la muerte…
Es idear un mundo sin miedo.
Es en fin, la locura, la reina perdida en su reino.
Locura puedo ser yo
riendo en mi encierro sometida a una dieta de adelgazamiento y aun retiro espiritual jamás esperado.
La locura es –ahora estoy convencida-
la música de mi silencio, mi cuerpo abrazando el suelo como si fuera tu cuerpo
con mi corazón roto
latiendo mientras mi lengua hurga entre tus labios.
Johann R. Bach
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