LA MEJOR SOPA DE MI VIDA
Cuando se le preguntaba a Marta Guillamon
-entando aún sentada en la mesa a punto de saborear los postres- si le había gustado tal o cual plato, solía decir:
"es la mejor paella de mi vida" o
"son las mejores albóndigas que he comido nunca" o
"no recuerdo haber comido otro codillo mejor en mi vida"
Cierto día le pregunté
por qué exageraba tanto ante los anfitriones sobre la excelencia de sus platos corriendo el riesgo de que creyeran que les adulaba.
¡De ninguna manera exagero!
Sólo pienso –me dijo- en que no sé si volveré a comer. La vida se va esfumando, no sabemos dónde estaremos mañana,
una y otra vez, sin embargo,
tenemos ante nosotros el día entero… por todos los rincones de las ciudades se duchan cuerpos desconocidos,
tras cada esquina acecha
una dama de cabellos blancos y cansada belleza…
Entretanto el día está aquí,
de la nevera a la mesa nos conduce.
No obstante,
de colina en colina, un largo camino habremos de recorrer -con el estómago vacío o regurgitante se hace mucho más penoso- tarde o temprano.
Si te acostumbras a saborear
lo que se presenta en la mesa el azul del tiempo pasará de un lado a otro con una sonrisa renovada.
El anfitrión te mira con piedad
ante el elogio a sus platos, pero en el fondo le gusta que alguien le diga que su comida ha sido la mejor de su vida.
Así que cuando te pregunten
si estaba buena la sopa no te olvides de decir que
ha sido la mejor sopa de tu vida.
Johann R. Bach
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