UN POCO DE LLUVIA AL AMANECER
Es domingo
y aún no ha sonado el despertador. En la penumbra de la habitación antes de que el día de nuevo rasgue la cortina
aún intercambiamos señales,
con el dedo tachamos los labios: siseando nuestras mentes atraviesan con fugaces sombras nuestros blancos territorios.
Son momentos en los que podría escribir
–en caso de ponerme melancólico- por ejemplo que el cielo azul eléctrico ha derramado esas lágrimas que no salían de su cuerpo y
el árbol del patio
tiene raíces escondidas que alimentan el hambre del gato negro encaramado en sus ramas después de una agitada noche o que
hay hojas con gotitas de agua
porque aún no se han pasado por su piel la suave toalla del aire cálido de la mañana;
la ramas, en fin, que acarician el lomo gris
de esas mismas hojas que, de una en una, saltan en silencio por todos necesitamos llorar nuestro descontento…
Algunos minutos después
volvemos a agazaparnos a media luz entre los muebles como en un baúl en medio de efectos personales ajenos;
justo tras el bolígrafo
según se abalanza por el papel en blanco toda una avalancha de sílabas que se unen
a lo largo de soles ya aquilatados
surgiendo de la bruma.
Es domingo
Y aún nos recorre
un ardoroso caballo desgarrado.
Johann R. Bach
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