EL ACOSO DEL TIEMPO
El tiempo tiene hambre de ti
-lo sabes bien- quiere consumirte
y vaciarte de todo cuanto puedas tener
de valioso: envidia tu cuerpo,
la materia donde tiene asiento
el recuerdo que te permite ir y venir
por las calles de los años con secreta libertad.
Eso te obliga a vivir con disimulo,
perdida entre la multitud. a un palmo de ella,
evitando que el tiempo te advierta,
para que pase de largo y sin embargo se deje ver
ante ti: sus testigos, sus observadores, sus escribas.
Aunque nadie te haya confirmado en tu puesto, y
precisamente porque nadie lo ha hecho.
En la multitud del mercado todos se enzarzan
en una batalla de futuros subjuntivos
-por si hubiere lugar…- mientras que en tu mundo
surge una necesidad, al modo oriental,
de hallar consuelo en los detalles más nimios
acaso sean ellos los únicos
que permanecen incontaminados,
sin expandirse, a lo largo del tiempo.
Observas que alguien se aferra
a lo inútil y encuentra consuelo.
Pero también: la utilidad es adictiva;
muchas cosas están a tu alcance
y sin embargo pudieran ahogarte
de asirte a ellas. Sigue nadando
entre los restos del naufragio pues
tu tabla de náufrago aún está por llegar.
Los que ahora buscan tu afecto
tienen que abrirse paso sin piedad
entre acumulaciones de materia inerte,
entre trizas de alimentos fermentados
de aves y mamíferos abandonados,
ir directamente al hueso, la médula.
Elisa R. Bach
No hay comentarios:
Publicar un comentario