BAJO EL POLVO DE LA VÍA LÁCTEA
He bajado temprano al jardín
y he visto como avanzaba la claridad desde el horizonte y mis pies han notado la humedad de la hierba.
Ahí viajan con calma,
bajo el polvo de la Vía Láctea, las primeras luciérnagas. Plantan sus tiendas entre las hojas de las estrellas
junto a la lavanda
que florece tan infinitamente azul que parece como si todas las criaturas fuesen pequeñas.
Me he sentado a esperar… no sé qué
mientras sueño con una muñeca muy despierta cuyos ojos de cristal son asombrosamente hermosos,
imagino que tiene buen carácter,
que su corazón es demasiado grande para este planeta y que es capaz de encender un amor
en la hoguera de la Estrella Polar.
Hablo con ella y me da la sensación de que se parece a mí sobre lo que ambos entendemos por dicha irrenunciable.
Es como si con nuestra conversación
las estrellas de repente al menor roce se volviesen blandas.
Estamos de acuerdo
en que, por desgracia, los defoliantes existen: por ejemplo la dioxina que deshoja árboles y arbustos y aniquila hombres y animales y a los diminutos insectos que colaboran con su biodiversidad.
Fumigando cosechas, bosques,
se consigue la caída de la hoja y la muerte en mitad de la más exuberante primavera.
He visto la pálida estrella matutina.
Brilla como un cerebro que casi está quemado y usado, demasiado difuso para recordar
la unión de un hombre y una mujer
en vuelo sin alas sobre la hierba de este mismo perfumado jardín al calor del cálido lecho casi estival.
Cuando los mástiles en el puerto
han comenzado a inquietarse, el viento se ha llevado por delante el apacible aire del amanecer y
no he tenido más remedio
que refugiarme con mi muñeca y mis sueños otra vez tras los cristales.
Johann R. Bach
"He visto la pálida estrella matutina.
ResponderEliminarBrilla como un cerebro que casi está quemado y usado, demasiado difuso para recordar
la unión de un hombre y una mujer
en vuelo sin alas sobre la hierba de este mismo perfumado jardín al calor del cálido lecho casi estival.
Cuando los mástiles en el puerto
han comenzado a inquietarse, el viento se ha llevado por delante el apacible aire del amanecer y
no he tenido más remedio
que refugiarme con mi muñeca y mis sueños otra vez tras los cristales." A refugiarte en sus ojos de cristal tras el sueño de una mujer bien despierta.Hermosa compenetración en un texto fascinante donde hasta las primeras luciérnagas plantan sus tiendas entre las hojas de las estrellas bajo el polvo de la Vía Láctea.