A JORDI PUJOL
Hoy amanece suavemente
en este rincón del mundo junto al lago de Sotllo cerca de la cumbre de La Pica d'Estats.
Todo aquí es limpio;
de una rigidez y silencio que hace las cosas lejanas, indescifrables, en perpetua metamorfosis de niebla atravesada por
ojos que huyen eternamente.
Ayer anduve, ascendiendo,
por caminos oscuros y serpenteantes de geometría desconocida para mí, y como todas las puertas hacia la cumbre estaban abiertas y
nadie impidió mi visita
me hallo, ajeno ya a mí mismo, en la antesala primera de esta escalada del gran edificio.
Se ha abierto el techo que imita, a menudo,
a un cielo de nubes minerales entre planetas inmóviles; la luz, que no puedo sospechar su origen;
las paredes -oscuras laderas sin vegetación-
y el suelo de piedra pizarrosa, fría, completamente opaca; la quietud del agua del estanque del Sotllo,
la absoluta quietud.
Siento y sin posible fuga,
que este pequeño lago, casa de enigmas o asilo de inocente ignorancia, es la agonía de una vida que antes admiré,
su vientre
o corazón extraviado en la quietud; su ritual y comunión con los desaparecidos.
Pues si este lago es revelación
en la Frontera de lo Atroz, es también el caos antiguo y sin tiempo, el caos donde vive,
en eternidad el grito de Libertad;
la niña de las niñas; que devora a los hombres, que son ya delirio, por piedad o por secreta alquimia
analogía de la Lluvia.
Yo también te admiré Jordi,
bebí en la copa de tu ilusión y viví los mejores años de estas cumbres.
Johann R. Bach
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