ENTRE LA OBEDIENCIA Y LA LOCURA
Una pequeña senda sobrevive
-sobre las rocas- a las embestidas del mar:
Escapar a la coacción vergonzosa
de la elección entre la obediencia y la locura,
esquivar el aguacero del hacha del déspota
que sin cesar retorna, contra la cual no tenemos medios de protección, y no obstante combatir sin tregua;
así se justifica nuestro destino.
Como junco que se agacha cuando hay viento,
es menester franquear el cercado de lo peor, despedazar lo inocuo, y por último desaparecer sin demasiada pacotilla encima.
Un leve agradecimiento oído y nada más.
A veces ruge el mar,
y revienta la ola, en la noche negra, contra las rocas donde nos agazapamos ensangrentados:
a veces susurra la abeja,
merodeando entre las flores.
Así nacen mis escritos,
nacidos de grandes miedos, o de grandes esperanzas.
Ahora parece que corren vientos
que liberan tantos pecados míos escondidos, y tantas pruebas ingenuas y rebeldes de literatura.
Ahora me atrevo a decir
por qué repito que no soporto la rima, ni soportan repujos mis ideas tumultuosas.
Y porque amo la sencillez
y creo en la necesidad de poner el sentimiento en formas llanas y sinceras.
A mis años es fácil,
demasiado fácil, gruñir. Ya se sabe, ¡son cosas de viejo!
¡A ver qué tienen
las cáscaras de almendra por dentro!
¡No he bebido vino!
Es que me siento libre y siento un aroma de lavanda que perfuma el viento –aire de libertad-,
que me enciende la carne,
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