14 mar 2014

El viejo soldado ya sólo confía en sus sueños...

SUEÑOS FRENTE AL CAOS

                                                                

Hay quien opina

que la soledad muestra la esencia de las cosas, que es al mismo tiempo la soledad y que

 

la piel de la espalda

agradece la pana de las butacas de un cine en invierno. Más allá, la mano sobre el reposabrazos se vuelve rígida como la madera.

 

Un barniz de roble seco

como el de los bosques de Crimea recubre los nudillos y el cerebro se “conmociona” como un cubito de hielo en un vaso con Cointreau al golpearse contra las paredes de cristal.

 

En las escaleras

de acceso a la sala de billares contigua a la de las proyecciones de películas un viejo poeta lleva una vieja chaqueta de cuero.

 

De uno de sus bolsillos sobresale

una novela de Dostoievski y sus dientes a pesar de ser postizos castañean de frío.

 

En la penumbra su rostro de viejo soldado

parece haberse endurecido en inversa proporción al brillo de sus ojos.

 

Como cuando te llevas una en la suma

deja un rastro de arena de la que lleva adherida en sus zapatos de tanto pasear por la playa;

 

Se mira en el pequeño espejo del lavabo

y observa la piel quemada bajo sus ojos.

 

Con la intención de pasar un par de horas

en un local con calefacción, piensa en acudir a una conferencia sobre sucesos que nunca ocurrieron:

 

sangrantes,

pero de guerras nunca declaradas; vividas sólo en las radios nocturnas.

 

Se promete a sí mismo cerrar la boca,

no interrumpir al conferenciante y tragarse las frases ardientes como en el momento de su último arresto:

 

Su único objetivo

es expulsar de su pecho el frío de la soledad.

 

Para ello, recordará a las viudas de marineros

inclinadas sobre las tortillas de un solo huevo calentándose las manos con la taza en la que

 

las pequeñas ásperas manzanas

se funden con el agua hirviendo. ¡Quedan tan lejos aquellas escenas de “El Tio Vania y su samovar!

 

Y ¿qué decir de aquellas manos

que nunca acariciaron dinero?

 

Medio dormido en su butaca

intentará recordar aquellos escasos deseos de juventud los cuales sólo se formulaban mirando a los cometas pasaban de largo en su ardiente búsqueda del infinito

 

los rasgos de los cuales

no eran infrecuentes en los paisajes locales (mucho más fotogénicos que los actuales con su contaminación lumínica).

 

Oír hablar al conferenciante

sobre conjuntos de hojas verdes, con su derecho a menospreciar con antelación su diversidad…

 

sobre la felicidad… ya no le subleva;

 

El viejo soldado ya sólo confía en sus sueños

para imponerse al caos reinante en Ucrania, al de su querida Crimea…

 

Sólo sus sueños

son capaces de imponerse a la realidad aún más triste que la propia pobreza y

 

la soledad… con su inquietud de viruela.

 

                                                                  Johann R. Bach

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