SUEÑOS FRENTE AL CAOS
Hay quien opina
que la soledad muestra la esencia de las cosas, que es al mismo tiempo la soledad y que
la piel de la espalda
agradece la pana de las butacas de un cine en invierno. Más allá, la mano sobre el reposabrazos se vuelve rígida como la madera.
Un barniz de roble seco
como el de los bosques de Crimea recubre los nudillos y el cerebro se “conmociona” como un cubito de hielo en un vaso con Cointreau al golpearse contra las paredes de cristal.
En las escaleras
de acceso a la sala de billares contigua a la de las proyecciones de películas un viejo poeta lleva una vieja chaqueta de cuero.
De uno de sus bolsillos sobresale
una novela de Dostoievski y sus dientes a pesar de ser postizos castañean de frío.
En la penumbra su rostro de viejo soldado
parece haberse endurecido en inversa proporción al brillo de sus ojos.
Como cuando te llevas una en la suma
deja un rastro de arena de la que lleva adherida en sus zapatos de tanto pasear por la playa;
Se mira en el pequeño espejo del lavabo
y observa la piel quemada bajo sus ojos.
Con la intención de pasar un par de horas
en un local con calefacción, piensa en acudir a una conferencia sobre sucesos que nunca ocurrieron:
sangrantes,
pero de guerras nunca declaradas; vividas sólo en las radios nocturnas.
Se promete a sí mismo cerrar la boca,
no interrumpir al conferenciante y tragarse las frases ardientes como en el momento de su último arresto:
Su único objetivo
es expulsar de su pecho el frío de la soledad.
Para ello, recordará a las viudas de marineros
inclinadas sobre las tortillas de un solo huevo calentándose las manos con la taza en la que
las pequeñas ásperas manzanas
se funden con el agua hirviendo. ¡Quedan tan lejos aquellas escenas de “El Tio Vania y su samovar!
Y ¿qué decir de aquellas manos
que nunca acariciaron dinero?
Medio dormido en su butaca
intentará recordar aquellos escasos deseos de juventud los cuales sólo se formulaban mirando a los cometas pasaban de largo en su ardiente búsqueda del infinito
los rasgos de los cuales
no eran infrecuentes en los paisajes locales (mucho más fotogénicos que los actuales con su contaminación lumínica).
Oír hablar al conferenciante
sobre conjuntos de hojas verdes, con su derecho a menospreciar con antelación su diversidad…
sobre la felicidad… ya no le subleva;
El viejo soldado ya sólo confía en sus sueños
para imponerse al caos reinante en Ucrania, al de su querida Crimea…
Sólo sus sueños
son capaces de imponerse a la realidad aún más triste que la propia pobreza y
la soledad… con su inquietud de viruela.
Johann R. Bach
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