12 mar 2014

El espacio se curva y retrocede como un cangrejo, dejando pasar hacia adelante el tiempo.

NATURALEZA AÚN VIVA (LA HERNIA DE HIATO)

 

Es extraño pensar

que he sobrevivido, pero así es. El corazón se ralentiza hasta el punto que parece que se vaya a detener, pero continúa latiendo:

 

La sangre, despistada por las arterias,

alcanza su meta y perezosamente recorre los meandros de las venas, y remonta hasta la tricúspide.

 

El cuerpo tiene la sensación

de ser un mapa enrollado en forma de tubo, en el que se levantan las cejas en norte.  

 

El polvo cubre los objetos cuadrados,

se mezcla con las partículas de grasa del ambiente formando una capa sucia sobre suelos y muebles.

 

Los coches que pasan por la calle

prolongan el espacio más allá de los ángulos que llamamos esquinas a pesar de Euclides y prefieren el espacio tetradimensional de Minkowski.

 

La oscuridad disculpa la falta de rostros,

voces y otras cosas, convirtiéndolos, no tanto en prófugos, sino en aquellos que ya han desaparecido de nuestra vida.

 

Incomprensiblemente a las tres de la mañana

comienzo a sudar y la angustia se apodera de mis pensamientos, el reflujo de la tortilla de patatas de la cena aflora en mi saliva,

 

Me siento en el borde de la cama

y como un Pensador de Rodin espero a que mi píloro se cierre y enlate de nuevo los ácidos reenviándolos a mi duodeno.

 

Miro a través de la ventana

y aquello que parece un punto brillante en la oscuridad no puede ser otra cosa que una estrella.

 

Como un sultán poderoso que,

si quiere engañar a innumerables mujeres de un harén, necesita otra, yo he cambiado –creo- de imperio.

 

Este paso me fue impuesto

por el olor a chamusquina que acudía a mis coanas desde los cuatro puntos cardinales

 

que son cinco,

si contamos la perspectiva del cuervo que espera pacientemente a que la entropía le vaya calentando el plato.

 

Es extraño pensar

que he sobrevivido, pero así es. Vuelvo a pensar que los pajares amarillean, en los caminos se asienta el polvo igual que en casa y que los ríos serpentean como mis venas;

 

pisan las gotitas de agua de la mañana

como si fueran las líneas del texto de un libro a punto de ser cerrado, y, un ejército de funcionarios con sus juegos ennegreciera como el caviar el futuro de nuestras ciudades.

 

Poco a poco la oscuridad se va disipando

como nuestros sueños y las llamas se apagan. Suena la turbina de mi intestino y late la sangre en las sienes;

 

El espacio se curva

y retrocede como un cangrejo, dejando pasar hacia adelante el tiempo. Y el tiempo va hacia el oeste como las inversiones o las civilizaciones, como si volviera a su casa

 

abrochándose la camisa de tiniebla.

 

Cuando vuelva a abrir los ojos

–señal de que he sobrevivido- el norte seguirá donde estaba donde las abejas tienen el aguijón, es decir en el culo;

 

Volveré a ver el cobalto en el cielo

y la misma tierra agradeciendo, a pesar de todo, la belleza de un universo al que pertenecemos.

 

                                                   Johann R. Bach
 
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