AÑORANDO EL DIA DE SAN JUAN
En nuestro mar
si el día de la Candelaria ríe el invierno aún vive. Y hoy 4 de febrero de 2014, en los campos se respira la fragancia de las raíces y el moho,
ningún frescor a salvo fluye
por esos humildes arroyos cuya fuente es la tierra, la tierra y no nuestros sueños;
cerrados están los ojos del paraíso,
pero no pueden del todo matar los colores del mundo hibernal: los almendros han tendido al sol sus flores.
El aire
que baja de las nevadas cumbres corta la piel, la mar parece una piscina y brilla como un diamante bajo un melancólico cielo.
Gris es ese aire
y silencioso como la calma abismal de la mar. Un solitario pájaro canta desde el lejano tiempo y desde otras ramas; mas ese evocador silencio duerme, inmutable.
No hay cura para tanta belleza.
Sin embargo, añoro el día de San Juan,
el más largo y rezagado día que el tiemplo ensambla entre dos sueños.
Es un día para madrugar,
salir a recorrer los caminos y recoger de sus márgenes las flores de la hierba de San Juan y ver cómo
una araña con rayas
parecidas a la tinta china amarilla huye, mancha tras mancha, por el inmaculado día.
Por la noche,
después de haber puesto a macerar las flores en aceite de oliva prensado en frío las hogueras encenderán el cielo hasta el amanecer.
El día de San Juan –añorado- es,
sin duda, el más optimista del año.
Johann R. Bach
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