16 nov 2013

Estamos todos enfermos -dijiste-

    AZUFRE EN LAS VENAS

 

Yo solía tomar el autobús en la Place Nation,

el mismo que tú. Casi siempre tenías ganas de hablar a pesar de que a esas horas de la mañana las palabras son escasas.

 

A menudo hacíamos el trayecto

uno al lado del otro mirando el paisaje del Boulevard Diderot como si no lo hubiéramos visto nunca.

 

Una de esas veces que te vi cabizbaja

me senté a tu lado, permanecí en silencio y esperé a que me dijeras alguna palabra. Sentí tu silencio como el preludio de una tormenta.

 

¿Sabes? –me dijiste-

"He tenido una pesadilla horrible esta noche: alguien me repetía como un eco en una sala vacía que el hombre temible es el que quiere hacer obligatoriamente felices a los demás".

 

Yo te apunté con el dedo una foto

de un cartel publicitario en la que un político pedía el voto a los ciudadanos y quise recordarte que después viene el que quiere hacerles desgraciados.

 

"Estamos todos enfermos –dijiste-

como si comiéramos pan de centeno contaminado con el cornezuelo o como si bebiéramos vino con sulfito a todas horas".

 

Y ¿qué podemos hacer nosotros?

Me miraste a los ojos, las sombras de los tuyos desaparecieron, sonreíste y me dijiste al oído: Tomar un café juntos; quizá el mejor de nuestra vida.

 

                                                            Johann R. Bach

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