8 sept 2013

Naciste para llevar sandalias con alas

       TOULOUSE LAUTREC                 

 

Querías ser como los demás. Fracasaste.

Era un sueño demasiado bello para hacerse realidad: nacer en el seno de una familia humilde como otros millones de niños no fue posible. Tenías que venir al mundo en medio de una extraña comodidad.

 

Fue en el seno de una familia de la nobleza

donde fuiste relativamente felíz mientras pudiste recorrer los jardines de  uno de los castillos de Albi. Allí, donde se peleaban siglo tras siglo, los dioses menores, un maldito accidente cambió el rumbo de tu destino.

 

Querías jugar, como otros niños,

correteando con un aro. Tu sombrío dios te lo impidió. ¡Pasividad, pasividad! ¡Reposo! … recomendaban tus médicos. Mirabas pasar las carretas desde la ventana como un pájaro encerrado en una torre de cristal.

 

Te pusiste a pintar

para soportar el peso de las horas. Tu vocación por los colores creció hasta el punto de ir a París a estudiar Bellas Artes y allí conociste en el barrio de Montmartre conociste a tu vecino Degas.

 

Con él sentiste la fascinación

por los locales de diversión nocturnos y comenzaste a frecuentarlos con asiduidad y hacerte cliente habitual de algunos de ellos como el Salon de la Rue de Moulins, le Moulin de La Galette, el Moulin Rouge, le Chat Noir o el Folies Bergère.

 

Entraste a fondo

en el mundo de la prostitución el cual fue uno de los temas principales de tu obra y… la gran desgracia de tu vida sentimental. Pagabas por los servicios como los clientes más caros entrando así en un bucle que te arrastraba más y más en el abismo de la insatisfacción.

 

Aunque la necesidad te obligó a pintar a actores,

bailarines, burgueses y a prostitutas mientras se cambiaban detrás de los biombos o cuando acababan cada servicio, a veces cuando el médico las exploraba.

 

Naciste para llevar sandalias con alas,

pero Hermes el Mensajero de los dioses te las robó para siempre. Tus ansias de volar quedaron frustradas y tuviste que ver el mundo pasivamente como un "voyeur".

 

Al contrario que los artistas impresionistas,

apenas te interesó el género del paisaje, y preferiste los ambientes cerrados, iluminados con luz artificial, que te permitieran jugar con los colores y encuadres de forma subjetiva.

 

Muy observador,

te atraía la gestualidad de los cantantes y comediantes, y te gustaba ridiculizar la hipocresía de los poderosos, que rechazaban en voz alta los mismos vicios y ambientes que degustaban en privado.

 

Los dueños de los cabarets

te pedían que dibujaras carteles para promocionar sus espectáculos, algo que te entusiasmó muchísimo ya que eso te permitía la permanencia durante largas noches en aquellos locales dibujando todo lo que veías, dejando en muchas ocasiones tus dibujos por las mesas.

 

Dedicaste varios cuadros y carteles

a grandes amigas como la bailarina Jane Avril. Conociste a bailarines reconocidos como Valentín el Descoyuntado, payasos y demás personajes de las fiestas y espectáculos por los suburbios; y, como pintor fuiste admirado.

 

Aquel mundillo de vicio y extravagancia

fue para ti un refugio donde olvidar el rechazo que por ti sentía la nobleza a la que pertenecías por origen. Tu minusvalía causaba rechazo en los salones chic mientras que en Montmartre pudiste pasar desapercibido y dar rienda suelta a tu bohemia inestabilidad emocional.

 

Quisiste ser como los otros. Fracasate.

De estatura insuficiente no pasabas desapercibido y deseabas con fervor tener un amor en exclusiva; llamabas la atención, a tu pesar, en las calles de París, … paseabas, en fin, por la Place du Thertre levantando risas disimuladas por discrasia de tu figura.

 

Quisiste ser como los otros. Fracasaste.

No fue posible ese sueño.

                                                                                Johann R. Bach

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