Capítulo 8. EL AJO (Allium sativum)
El exilio de mi aliento
No hace mucho dejé al silencio
apacentar tu espalda en esta tregua cálida a la voz predilecta y, que como buey, recorrió con yugos de ternura todo presentimiento y todo olvido claro.
Más tarde soñé lechuzas
amainando tus ojos, amainando tus besos, zahoríes de la piel que se agazapaba en fuego. Soñé lechuzas amainando la lluvia, su temblor entreabierto de cascada, su cansancio de lengua dolida en el que todo habitaba, en el que moriré amortajado como un arpón que se viste de ballena…
Cuando me desperté grité
fronteras a los versos. Y es que entre tus ojos y la vida queda una sombra nueva, que fabrica una cuna en el recreo de los carpinteros.
Es tan sólo la mar
quien puede remediar un cielo infértil, es tan sólo tu boca quien me alivia
la parcela de sombras y naufragio que gangrena el exilio de mi aliento.
Elisa R. Bach
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