SIETE VECES SIETE
No siempre viviste tu cumpleaños
como algo negativo. Y realmente no lo es.
Podrías mirarlo como la señal del monje
que marca sus vueltas alrededor del jardín
con una ramita de thuja –árbol de la vida-
llenándose la boca de esencia. Una por vuelta.
En su ensimismamiento medita
lo que lee, no levanta los ojos del libro
su compañero fiel, camina sin contar
los pasos entre rosales thujas y vides.
Desde muy temprano,
con los ojos heridos por la luz
sostiene la mirada de sus sombras,
en el descaro de las profecías
y desdeña la lealtad de sus recuerdos,
duda incluso de las vueltas que ha dado
alrededor de su edén,
sufre las traiciones de la carne sin conocerlas.
Es mejor que no escandalices más
y habla de ti misma si quieres;
recupera el aniversario como esa vuelta
alrededor del sol, en la nave donde
tu eliges las herramientas y el paisaje,
la conversación con los invitados y la cena fría
de tus cuarenta y nueve años.
La ferocidad y la aparente hora inoportuna
con la que salen tus años para exigirle
cuentas a tu fotografía, es la señal de entrada
en el mundo de la tercera juventud que
no debes medir por el cansancio de la piel.
Ahí, delante de tus ojos están
los magníficos árboles de las ciencias y las letras
con sus palabras en pleno comienzo del solsticio
y el orden de los números a la orilla del tiempo,
más cerca de las sumas que de las divisiones.
Salen de tu voz palabras mágicas: "Siete veces siete"
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