22 jun 2012

ARSÉNICO EN EL PIRINEO. Poema original de Elisa R. Bach (www.homeo-psycho.de)

ARSÉNICO EN EL PIRINEO

 

Aquella muchacha silbaba

en la puesta de sol como en una ceremonia.

¡De pronto se hacía el silencio!

Mirábamos al cielo, escuchábamos.

Todo en Tor parecía callar

 

excepto la conciencia de "El Palanca":

 

ninguna de las pretendidas deidades

del mediodía, ebrias de transparencia,

vueltas luz en la luz del Pirineo,

se hacía visible. Sólo se las oía cruzar,

galvánicas, el aire como manejando el sable.

 

Después de algunos segundos

 

la tierra se estremecía entonces

con un temblor de lámpara de aceite.

¡Qué delicia aquella puesta de sol!

Ver llegar los caballos al abrevadero,

altivos, las crines encrespadas, polvorientas,

 

los cascos levantando chispas en el pedernal,

 

mordisqueándose y atronando la tarde

de tal modo que aun después de haber pasado

quedaba flotando un relincho,

vibrante y dulce, como cuerno de caza.

Se acercaban al agua con sus bocas ardientes.

 

Temerosos, desorbitados los ojos

como envenenados con arsénico.

No bebían.

Un instintivo estremecimiento recorría

sus ancas, sus lomos musculosos, enarcados,

 

y era inútil silbarles…

 

La sed, más fuerte que el pavor ancestral,

los vencía, y al poco, ávidamente saciábanse,

entregados a la inocencia del agua,

como al corto sueño de su destino. Ya se sabe:

una hora duerme el gallo, dos el caballo,

 

tres el santo, cuatro el que no lo es tanto…

 

En ese paisaje disforme, como el secreto rio

del destino, interpuesto entre lo visible y lo invisible,

se abría a tus ojos el firmamento constelado

y dejabas parte de tus cenizas

al revolcarte bajo un bello zodíaco

 

como una lúcida cuadriga, salvaje y pura.

                                         Elisa R. Bach
                              www.homeo-psycho.de

 

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