Te faltó el Oxígeno
Comenzaba el verano,
como monjas tempraneras las golondrinas
alzaban sus tocas blancas y negras
y tú querías irte.
Me parecía imposible que tu cuerpo
a pesar de la luz del sol, quisiera reposo
y olvidara la ternura de aquellos días.
Porque todo era bello
cuando tú estabas entre nosotros,
y ahora sólo podríamos llevarte flores
y decirte adiós con música o con poemas
y revivirte entre sueños y alegrías.
Era un día de verano y tú querías irte.
Sobre la mesa había una chichonera1,
en la que guardabas los huevos de zurcir;
redonda y de ligero mimbre que tú
docta cigüeña, tan algebraica,
habías construido sacándole a las tardes
la raíz cuadrada.
Era un día tan bonito que la tristeza
nunca habría podido enamorarte.
Tan dulce era, que no podías saber
que el oxígeno te negaba la belleza
que los mismos dioses y los gorriones
te habían olvidado
porque las migajas
que se secaban en la ventana
apenas si daban para una mirada.
Elisa R. Bach
(1 La chichonera era una especie de casco hecho de mimbre que protegía la cabeza de los niños. Era redondo como un neumático de coche. Cuando los niños se hacían mayores se reutilizaba como cesto de costura.
No hay comentarios:
Publicar un comentario