Después de la Fiesta Mayor
Florece la luz en el aire;
es la siembra del cielo;
un gorrión canta en la mañana
antes de que el barrio se despierte.
Entre dudas para tomar una decisión
-en que emplearás hoy tu tiempo-
ensayas movimientos de manos y párpados
para recibir la luz primera.
Escuchas a un hombre vociferar
mientras recoge botellas en la calle,
ignora que tú lo observas desde el balcón.
Es el mismo hombre que cada día
ayuda a maniobrar al camión de la basura
junto a los contenedores hinchados de fiesta.
Oyes el chillido del vidrio;
es como los cántaros de vida
rompiéndose en las manos de Hércules,
y, vives una sensación agradable.
El susurro del viento entra por el balcón
lleno de música
de la última noche de la Fiesta Mayor
y esparce sus últimas notas
y calla ante el silencio de la casa.
Igual que el cuerpo se dirige al alma
prestándole forma,
prestándole consuelo y pena
el cuerpo quiere ser útil
y el alma se abre de par en par.
Volviendo a la habitación
él te recordará que no estás sola
y entreabriendo los pliegues
de esa luminosa flor astral
en medio de tus piernas
tocarás la luz de las estrellas.
Elisa R. Bach
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