24 ago 2011

Elisa advierte sobre el consumo exagerado de oxígeno mediante el poema Aire contaminado sobre París

Aire contaminado sobre París

 

Caminabas sobre plazas y calles de ese París

escenario infinito de monumentos y rincones

exentos de niños a excepción de algunas tardes

de los Jardines de Luxembourg donde pasean

tristemente los poneys como un sueño eterno.

 

Bajo tierra la luzbélica modista Rusty Faux
anuda y retuerce los inquietos vericuetos

de un caluroso metro que transporta

apresuradamente las almas, inventado

lazos y volantes con las vías, reuniendo

frutas artificiales y flores de plástico

-teñidas falsamente con colores pastel-

para sombreros baratos y reutilizables.

 

Pero había una plaza que no conocías.

Como un cuadro impresionista se erigía

sobre una alfombra de arena turquesa

donde las bolas se deslizaban pesadas

buscando su meta y el aplauso

de los jubilados jugadores.

 

En esa plaza jóvenes amantes observan

desde los cómodos bancos de madera

cómo los delgados árboles desprovistos

de nutrientes suficientes resisten

absorbiendo luz y aire contaminado

de una nube roja radiactiva

subproducto de la energía atómica.

 

Comparando a los dinosaurios,

que en otras épocas, sobrevivieron,

gracias a su menor necesidad  de oxígeno,
predices una época dura para aquellos

saltimbanquis, ciclistas y otros deportistas

que consumen oxígeno

con la misma desmesura que ingieren

grasas e hidratos de carbono.

 

Esos árboles, con sus cualidades

siempre ocultas, siempre ahorradas,

desconocidas para nosotros, pero

eternamente válidas nos sonríen de verdad

y nos invitan a imitarles.

 

                                     Elisa R. Bach       

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