17 oct 2015

Su voz atiplada como la de un niño inducía a los que lo conocían bien a bromear sobre su “disminuida masculinidad”.



LA DELGADEZ DE PABLITO



Mientras pintaba a Pablito
comprendí el porqué todas las vecinas lo protegían.

Era de piel blanca,
muy delgado, con unos largos brazos y anchas manos que parecían remos de una piragua varada.

Sus ojos saltones inducían a pensar
que su mirar se adelantaba en el tiempo y en el espacio y que había en su vacío interior otro vacío inmenso.

Su voz atiplada como la de un niño
inducía a los que lo conocían bien a bromear sobre su "disminuida masculinidad".

Su forma de defenderse
de las agresiones verbales y otras potencialmente más peligrosas era tomarse todo a broma y correspondía a cualquier vejación con ingeniosos chistes. 

Al desnudarse
-siendo el primer día que posaba para mí- descubrí que Pablito era aún más sorprendente desnudo que vestido.

Su enorme pene era como un olivo
en el que su tronco está a resguardo de su sombra, en que la tormenta no se desviste las hojas y se mantiene en pie como si estuviera sentado, y se sienta como si estuviera en pie.

Protesté ante su fuerte erección,
le dije que si no se encontraba en condiciones de posar "pacíficamente" podíamos continuar otro día.

Casi con lágrimas en los ojos
me contestó que aquél era su tamaño permanente -una desgracia- que necesitaba el dinero y no que no tenía intención de molestarme.

Vi sinceridad en su mirada
y comencé a pintar. Poco a poco me fui calmando y mi mano fue recuperando su pulso habitual.

Pablito posaba como un profesional:
en silencio, con la vista perdida en el vacío y aguantando estoicamente todas las sesiones sin desfallecer.

Con el paso de los días
en mi mente se formó una imagen de Pablito diferente de la que tenía la gente del barrio:

al igual que el olivo,
me pareció entender que aquel ser excepcional y único, vivía hermano de una eternidad cotidiana y vecino de un tiempo que podía confiar en él para la provisión de luminoso aceite.

Me contaba
en los tiempos de descanso las anécdotas cotidianas que vivía en aquel bohemio barrio de Rochechouart.

Una mañana –me dijo, por ejemplo-
un señor barrigón, cliente habitual del mercado me ha dicho que si me montaba me iba a producir doble placer.

Sí, uno al montarme
–le he dicho, contestando la broma-y otro al bajar de la burra. Jajaja.

Cierto día,
mientras estábamos tumbados en el canapé, sin que yo le preguntase nada comenzó un monólogo que escuche con sumo interés.

MOLÓGO DE PABLITO

En el "insti" tuve varias profes de literatura
que me decían que tenía dotes de escritor. Destacaba en las redacciones y en los comentarios sobre poemas y escritos de grandes escritores,

pero no les hice puto caso.
Seguía en el "insti" porque me obligaban en casa, pero yo no podía soportar el aislamiento al que me sometían los compañeros.

Nunca comprendí qué les molestaba de mí.
Inventaban chistes y adjetivos referentes a mi delgadez que ocultaban realmente cuáles eran sus verdaderas ideas sobre mí.

Tuve durante muchos años
un fuerte complejo por mi delgadez y que, como puedes ver, me ha perseguido todos estos años.

En aquel tiempo
los chicos y las chicas íbamos por separado a la escuela. Aquello me permitió conocer a los hombres y llegar a la conclusión de que no me gustaban,

ni siquiera como compañeros.

Su técnica consistía en descalificar
de una manera u otra a todos los demás y para disimularlo buscaban un chivo expiatorio.

Como no podían descalificarme
en los estudios porque era mejor estudiante que ellos y con mejores resultados no se les ocurría otra cosa que humillarme por mi delgadez.

De esa manera ocultaban realmente
la envidia y odio que me tenían. Viví durante años –y aún vivo- marginado; acompañado sólo por mi imaginación.

En cierta ocasión
con sólo nueve años de edad tuve una pelea espantosa: un grupo de chicos mayores que yo se estaban burlando de mí y de mi voz y al responder con alguna palabra más altisonante que las suyas empezaron a darme una paliza.

Me pateaban en el suelo
cuando logré hacerme con la pierna de uno de ellos y cayó de espaldas con tan mala fortuna que se dio con el canto del bordillo. Lo hospitalizaron con una fractura de cráneo y conmoción cerebral.

Durante siete noches recé
para que no se muriera. Sobrevivió, pero a partir de aquel di le cogí miedo a los hombres y también disgusto por su carácter flor de guerra.

Algo dentro de mí debió romperse
después de aquella experiencia.

Con las chicas no me fue mejor,
pero eso te lo explicaré otro día. Te cuento esto para que comprendas que no me gustan los hombres y que me siento como un ser antisocial.

Pocas semanas después de aquel suceso,
en mi Primera Comunión, en el casamiento atroz de la clencha a la izquierda y con el traje azul de marinero, el primero de los tristes uniformes, llevé mi cristal. Colgado de mi cuello lo mecía, alejado caía sobre mis huesos, jugaba con sus múltiples caras, con su enigma: lagarto-madre de enigmas.

Avancé por encima de la alfombra central
de la nave invadida por las luces de colores que penetraban a raudales por los inmensos vitrales, sin mar sin cielo, hasta el altar y comulgué,

Tomé sí el pan del dios de los cristianos
y lo sumé a mi pecho salvaje, antiverbal.

Allí,
en aquella especie de cueva de átomos y hostias divinos, unido al estruendo de los ángeles custodios de su misterio alcé mi Guía, mi cristal.

Pablito estaba desnudo como yo,
Sentado sobre la cama y apoyaba su espalda sobre mi pecho. Con mi mano derecha le acariciaba suavemente su enorme miembro de forma que no le veía la cara, pero no me atrevía a cambiar de posición por miedo a interrumpir aquel monólogo que estaba penetrando mi piel a través de los poros abiertos y músculos horripiladores erectos.

Sus palabras eran como impulsos eléctricos
que me invadían las sienes como la música Spiegel im Spiegel de Arvo Pärt y mi musculatura frontal abandonaba poco a poco el arco de atención de las cejas y mis ojos de té apenas veían su espalda.

"¿Hasta qué límite – continuaba diciendo -,
sombra o nada puede ir la palabra que quiere, pero su tejido es selva y su selva tejido de la selva; dar con lengua y signo, la muerte la vida, que es tributo de posesión sin fuga por un cristal como este que llevo siempre en mi pecho?"

"Articulo mi idioma,
ante el rechazo de mi voz, en el corazón de mi cristal y llevado por su leyenda irradiante rayo los enigmas y los transmuto en cosas". Porque todo es mensaje, comunicación, energía de dos relámpagos que calcinan el Mar de los Ruidos y la Tierra de los Silencios, el espacio devorador entraña del nacimiento".

Llegados a este punto
los latidos del corazón parecían pedirme salir a respirar fuera de las arterias; y, los impulsos iníciales de las sienes descendían por las carótidas hasta alcanzar el clítoris de una forma especial por primera vez en mi vida. Parecía que la piel iba a reventar, las mandíbulas se me habían aflojado de tal manera que la saliva fluía casi a chorro.

Un gusto agradable bajo la lengua,
cerca de su raíz se confundía con un jadeo involuntario jamás experimentado por mí. Las corrientes eléctrica surgidas de mi vagina iban subiendo como ascendiendo por la ladera de una montaña hasta alcanzar los pezones y de allí partían auténticos latigazos de placer-dolor que me castigaban la espalda de arriba abajo.

Todas las caricias del mundo
habían sido insuficientes para provocarme el más ligero orgasmo y, sin embargo aquella voz atiplada arrojando palabras que nunca había oído ordenadas de aquella manera mágica en presencia de un cristal oscilando sobre aquel voluminoso apéndice pretendidamente inútil para Pablito y, sin embargo, digno de un culto fálico extraordinario.

Al notar que mi mano se relajaba
y dejaba de presionar su pene, Pablito se giró hacia mí y con la punta de la sábana me limpió la boca y prosiguió diciendo, otra vez pensamientos que me parecieron salidos de los labios de un querubín:

"Para cegar,
aunque no lleve a parte clara u oscura creer que lo que es fuego molesto para muchos vaya a excitar su hueso de pájaro o tigre; para hacer de un ciego momentáneo un niño en la noche sin luna saco mi cristal y es entonces que un millar de peces de nieve en llamas abren un cielo blanco".

Casi imperceptiblemente
Pablito iba introduciendo su dedo pulgar en mi vagina de forma que los impulsos eléctricos que habían recorrido mi cuerpo comenzaron a activarse de forma que temí volverme loca de placer. Mientras yo me debatía entre el placer y el dolor de las punzadas  en mi vientre como rayos que buscaban mis senos Pablito continuaba hipnotizando mi alma con su monólogo.

"Es el amanecer mi amor,
es la luna que alza el mar, son las ciudades que arden en el sueño. Así dicen los poetas y es mi cristal, invisible en su manifestación que los pierde". Lo llevo colgado de mi cuello y sigo su valle, su río, sus montañas aéreas que en su quietud me miran como tú amada mía, porque ya, el color ígneo-frío del cristal es toda la tierra lejana: sólo luz de colores".

Mis mejillas estaban completamente relajadas
a causa del inmenso placer cuando Pablito se incorporó después de besarme los pies y continuó con otro monólogo

Desde aquel día
uno solo de sus finos dedos mezclado con una sola sílaba de su infantil voz eran suficientes para hacerme tocar las estrellas con la mano.

                                                                 Johann R. Bach

5 comentarios:

  1. una narración, llena de vida, describiendo a Pablito, un fenómeno. Como modelos del pintor, al posar desnudo, y confundir al pintor el inmenso tamaño de su pene con una erección.En el instituto, confunde a sus compañeros,que lo tienen como un afeminado marica, y se ceban con el, lógico, pues la crueldad de los infantes es terrible;es lo que ahora se denomina mobin o acoso. En realidad se persigue al diferente, afeminado, gordo, bajito, tartamudo etc. Después , cuando da placer a las mujeres, todos los prejuicios, que le han acompañado, caen por su propio peso. En resumen, la lectura de este capitulo produce una risa franca, pues humor, tipo ingles, que no necesita de soeces, para que te partas de risa. Julio.

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  2. ¡Hermosa narración!
    Me ha gustado muchísimo.
    Abrazos.

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  3. COMENTARIO DE XANA

    Pablito,el niño inteligente ,con capacidad para la mirada lírica y acosado injustamente como tantos otros en el insti .Aún hoy marginado ,de sentir solitario ,con dosis de humor ácido como un escape o acercamiento a la sociedad,encuentra la admiración ,ternura y el sucumbir sexual de la pintora.Y es que Pablito tiene un don que no es su enorme pene,es el don de la poesía para que cualquier mujer se estremezca ,la empatía de conocerlas bien , dar luz y música celestial a su piel.Y sonrío pensando cómo les irá a aquellos gallitos tan machos ....Todo un "tratado psicológico"!!

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  4. Aysel Lua15:34

    maravilloso,buen día!!

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  5. Margarita Inglés de Rauda8:12

    BUENA HISTORIA DE PABLITO.
    NAMASTÉ.

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