16 oct 2014

Escribir sobre esas cosas horribles...

¡ESCAPAR!

¡APROVECHANDO LA MENOR OCASIÓN!

 

Mientras nos conducen

esos seres extraños –al parecer enemigos de poetas- a través de un paisaje de árboles de colores vivos como si fueran de plástico

 

tengo la sensación de estar soñando

y, sin embargo, no puedo despertarme. Me detengo al entrar en una carretera aún más estrecha;

 

cuatro harapientos soldados

armados con palos se abalanzan sobre mí y a gritos me obligan a vaciar lo que llevo en mi mochila;

 

lanzan a la cuneta mis pertenencias:

dos cuadernos rojos, tres bolígrafos, un peine de espaciadas púas un poemario de Edgar Allan Poe, dos pañuelos de tela a cuadros, dos pares de calcetines altos y una cabeza de ajos.

 

No venimos aquí a escribir –me dicen-,

venimos, cuando lo hacemos, a completar la obra anterior. No venimos a escribir aquí.

 

Aquí no se escribe,

las puertas del paisaje están cerradas; y ya lo dijimos: el espacio es demasiado sutil, no discreto, irremediablemente curvo y contínuo.

 

Tragedias tales

como haber escrito sobre el vuelo de las abejas o el corretear de las lagartijas ha conducido a la humanidad al desastre de ser diferentes unos de otros.

 

Escribir sobre esas cosas horribles

es lo que saca punta al aire y conduce irremediablemente al Limbo de lo Introvertido.

 

Ante esa condena

no puedo hacer otra cosa que pensar en escapar.

 

                                                             Johann R. Bach

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