14 oct 2014

Tragando saliva y tristeza

 ÚLTIMA CENA JUNTOS

Anochece en el mantel,
el aceite de la ensalada de tomate y cebolla se cubre de luz; afuera la marea ya ha subido la barcaza al nivel de la pasarela;

el moderno quinqué de leds
busca como nosotros perfumes y juegos de platos que contienen la carne de las hamburguesas;

de la pequeña radio verde
surge una suave música de jazz que se pega a la madera y a nuestros oídos casi imperceptiblemente.

Sus ojos me miran
como suplicando para que diga algo

Tragando saliva y tristeza
comienzo a hablar con voz grave: Anoche soñé contigo, con paso ligero traías la luna mojada,

colgabas tu impermeable
junto a la escotilla de popa. ¡Qué cosa! Toda la noche tuve sed, la garganta pedía como después de beber cerveza negra.

Sus ojos se vuelven hacia el chico
que entiende, pero calla; en silencio comienza a comer, su hijo y yo le imitamos,

resbala el agua helada en los vasos
en los que desde hace una semana se han quedado huérfanos de vino. Nos secamos la boca con las viejas servilletas a cuadros azules de vichy.

Sube el calor por las venas.
Afuera no hay ni rastro de la luna del sueño, del cielo no cae más que agua. Es la tormenta de un viernes cualquiera.

Sé que por la mañana
te irás para no volver. El chico me ha contado que alguien te ha hecho una oferta mejor que mi triste paga de los servicios sociales.

No te lo reprocho…
Me había acostumbrado a ir cada día a la puerta de la escuela a recoger a tu hijo que desde que llegasteis aquí me ha llamado abuelo,

y a ti que te adormeces en la litera
del camarote de proa mientras yo le susurro cuentos al chico. Seguramente iréis a un lugar donde no hay humedad…

Pero eso será mañana,
hoy es viernes, un viernes humano que come con nosotros untando un poco de pan en el salado aceite resto de la ensalada y

que bebe la última agua del día.

                                                              Johann R. Bach

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