BREVE CARTA ABIERTA A JULIA
Aeropuerto de Schönefeld en Berlín
Hace tan sólo cuatro años te amaba,
en momentos de exaltación llegué a pensar que podríamos haber sido una pareja del paraíso.
Pero ya sabes que sólo soy un fracasado:
esas parejas existen en París, en la zona alta de Barcelona, pero nunca en Berlín.
Siempre fui voluble,
algunas veces soñé con la grandeza, otras me conformé sólo con su sombra.
La verdad es que de joven,
estudié, trabajé, escribí y… amé. Me hubiera conformado con ser como los demás. Fracasé.
Me ha costado mucho comprender
que la verdadera pareja, la única, es la que hace el novelista de izquierda famoso y
la bailarina, antes de su momento Atlántida.
Yo, en cambio, soy un fracasado,
alguien que no será jamás Kant, y tú pareces una mujer común y corriente, con muchas ganas de viajar y ser feliz.
Quiero decir:
feliz ahí en Berlín y no en un avión Rumbo a Asunción o a la estación nuclear cerca de Gundelfingen Donau, pero en el fondo
eres una diosa del amor
que difícilmente permitiría a un pobre diablo como yo permanecer a su lado mucho tiempo.
Mi volubilidad es fiel
a ese instante original, prístino,
el resentimiento feroz de ser lo que soy,
el sueño en la lágrima, la desnudez ósea de mi pasaporte expedido en Barcelona el 14 de marzo de 2000 y caducado el 14 de marzo de 2010
con el Ameldung (abreviadamente empadronado),
para no molestarte, en Bruno Walter Strasse el 1 de diciembre de 2009 declarando que mis ingresos eran superiores a quinientos euros
(el precio del alquiler del piso de Fregestrasse).
Aquella imagen se funde en negro.
Una voz en off parece contar
las hipotéticas causas por las cuales Cervantes tuvo que ocultar su origen barcelonés.
¿Lo hizo
porque la gente prefería leer su gran obra de “El quijote” en castellano?¿o porque la represión político-religiosa azotó a todo lo que era catalán?
¡Cómo sentí lo que es la despedida!
Y cómo lo sé aún:
Un algo oscuro, cruel, no herido, que lo bien ligado muestra otra vez, lo ofrece y lo desgarra.
¡Qué sin defensa estuve al verte,
cuando me llamaste y me dejaste marchar, quedándote como si fueras todas las mujeres…
apenas explicable ya:
Tal vez un ciruelo del que un gorrión se va volando, raudo.
Johann R. Bach
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