3 mar 2014

No tardaré en regresar. Entretanto ¡oh noche! dale recuerdo a Lorena

ECUADOR. PAIS DE LUZ

 

Ecuador país donde compiten los árboles

de maderas finas -el laurel rosa, el cedro y la caoba- con otras aromáticas plantas características -la caña brava, el árbol del pan, el achiote, el palo balsa, el guarumo, la zarzaparrilla y las vainillas fina y ordinaria (Vainilla planifolia).

 

Puede que en Ecuador no todo sea poesía.

Pero la reflexión sobre ella es como las raicillas del enebro y las margaritas que crecen en los campos sin importarles si nos gusta o no su presencia.

 

Algún poeta dijo,

intentando simplificar ese universo abigarrado de cosas objeto de la poesía, que los tres temas sobre los cuales pivota la poesía de Ecuador son:

 

el paisaje amable de Las Isla Galápagos,

el amor en las selvas húmedas tropicales y

la reflexión ante las cumbres nevadas.

 

Hay que pensar, según ese esquema,

dónde poner las sensaciones sobre la anatomía y fisiología en el interior de cada uno de sus habitantes.

 

Respecto a lo que ocurre bajo el enrojecimiento

en los cielos ecuatorianos hay dudas de si es adecuado interpretarlo como meras descripciones paisajísticas exentas de humillaciones y odios.

 

Y donde los sagrados bosques

ponen los dedos -como otra heroicidad- también se puede considerar como una geografía con puntos geodésicos, valles, ríos y con preciosas diaclasas dispuestas para el placer de la contemplación.

 

A veces –en Cuenca o Guayaquil-

una sola letra o un número como el de la puerta de la casa de la infancia podría tener un significado geográfico de reconocimiento de las coordenadas donde poderse refugiar de las torrenciales lluvias.

 

Un cuadro en un rincón

de una habitación puede jugar el papel del amigo que sabe escuchar sin reprender por las reprobables acciones y acompañar, con su silencio en la penumbra, tus sueños.

 

Sus colores pueden alegrar

a tu espíritu en momentos de tristeza y doblar con ello las primaveras del corazón y animar a perseverar en los buenos augurios para un país inundado por la luz.

 

La pared misma

donde podría estar ubicado ese cuadro, con su ingenuidad colgada con un rústico clavo, puede vibrar y reproducir sonidos que lleguen a ser interpretados como la música que surge de sus sienes y alcanzar las de una humanidad global.

 

Un antiguo cuadro

también puede en un museo de Quito o de Cuenca ser una luz original que, con una gama de cuatro mil frecuencias diferentes, se abre paso a través de su marco,

 

inundando de colores todo un país

y con su simbología recordar que el mundo de la infancia, también en esas latitudes estuvo siempre presente, tanto en la vida cotidiana, como en el sentir popular.

 

La filosofía es –según dijeron algunos sabios-,

una concepción del mundo y desde luego en Ecuador hay una serie de artificios que han alejado a muchos de sus habitantes de la vida tropical, pero la materia prima, la base de los sentimientos siempre es la vida concebida entre sus paisajes, sus pájaros y sus tortugas.

 

Cuando se escribe algo sobre el Ecuador,

hay que dejarlo reposar algunas horas o días, incluso semanas o meses, luego releerlo para saber si aquello que se ha escrito hace pensar; y, si esa segunda o tercera lectura te sorprende es que lo poético del país es una realidad.

 

Entonces se pueden mirar sus realidades

a través del teodolito de su cultura, someterlo a un ajuste fino colimando sus ángulos; y, finalmente, archivarlas en una de las carpetas rojas dispuesta a hacerla viajar por todos los mares;

 

Siempre disponible

como coadyuvante de los sueños de aquellos a los que aman ese maravilloso país.

 

¡Oh Ecuador de noches iguales al día!

 

Sé que me llamas

a los claros de tus sagrados bosques junto a rocas de oro y pájaros de colores, pero aún no he encontrado el hilo de Ariadna que me conduzca a la salida de este laberinto.

 

Sé que me llamas

para conducirme junto al dios Sol desde el ámbito en que la claridad es un diamante, pero aún no puedo oírte desde la sangre.

 

¡Oh Ecuador de días iguales a la noche!

 

No ignoro

que me llamas a la verdad sobre tu espacio ciego de crisol, pero me cuesta oírte desde el carbón.

 

Camino y no veo mi propia sombra

ni cómo mi sangre forma un rio; la luz de las estrellas se me muestra confusa entre tantos negros nubarrones, los mismos que me obligaron a abandonar el país.

 

Aquí, lejos de tu paraíso,

se viven muchas noches en las que sin luna sólo veo piedras, no la idea en que la eternidad podría abrirse ante mí y limitar mi pena y que todo lo que te imita es pura conminación de la intención.

 

¡Oh Ecuador país de noches con luz!

 

Sí, sí. Oigo tu llamada

a despedirme del Monasterio, a abandonar el sendero de su rosada bruma en el que he vivido con luz inexistente y que tantas veces soñé con ello.

 

Sí, sí. Oigo tu llamada

a abandonar la confusión que me aproxima al tormento rojo, entre lamentos roncos y reflejos, pasión de soledad desolada.

 

Sí. Bendigo tu paciente llamada

desde las puertas abiertas ardiendo que me abres al otro lado de los muros de los mares.

 

No tardaré en regresar.

Entretanto ¡oh noche! Dale recuerdos a Lorena

 

                                                    Johann R. Bach

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www.ruta-ecuador.com

 

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