MI PRIMERA SOLEDAD
Me dolió mucho aquella soledad –la primera-
que no me abandonaba ni de noche ni de día. Durante años deseé que llegara un día en que volviéramos a vernos cara a cara.
En un espacio grande entre Él y yo.
Recuerdo cuán fácil era
decir te quiero y abrazarle en el sofá espeso y volver a nuestros asientos sin decirnos nada,
y adivinar
qué había detrás de las palabras
que no nos decíamos.
Mi deseo se hizo realidad
aunque más tarde de lo soñado, pues la desconsiderada entropía ya había borrado de sus ojos el brillo azabache.
Ya no hablaba con palabras dulces.
Sin embargo, el tenaz lenguaje del resentimiento de aquellos días no había desaparecido de su vida.
No vi rastro de amor en sus ojos,
de aquel deseo como el borbotón de sangre que empuja en la garganta y ahoga el respirar el recuerdo del ayer.
No se borró nunca de mi memoria
el trazo fuerte, inconfundible, con el que cada noche escribía su nombre.
¡Qué terrible ver
cómo se puede desvanecer un amor
incluso de las almendras del que fue todo para mí y al que todo entregué!
¡Qué terrible ver
cómo Él, que un día me dijo "eres Ella",
no puede reconocerme.
Mi corazón se colgó
en la percha de tus hombros, sigue latiendo y como en las rocas de El Garraf frente al mar, como en la playa solitaria de Empuries donde el viento doblaba pinos y retamas que dibujaban un
delicado círculo de paisajes único testigo,
así es en mí tu recuerdo.
Johann R. Bach
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